Este artículo se publicó hace 15 años.
Autor considera que "llevar al niño al cole con un Hummer es la locura consumista"
Matar moscas a cañonazos. Utilizar un Hummer -un "monstruo" 4x4 de 3 toneladas de peso- para llevar al niño al colegio es un acto más habitual de lo que se cree y que el periodista José Luis Gallego, autor de "Ecología para no ecologistas", considera el "paradigma de la locura" consumista.
Gallego, prestigioso divulgador medioambientalista, acaba de publicar en Ariel este manual de consejos cotidianos, individuales y fáciles de aplicar, con los que además pretende eliminar algunos tópicos negativos sobre la ecología, un término desprestigiado, aunque, según recalca, "ser ecologista no es un coñazo".
La mejora de la movilidad y el transporte público es uno de sus caballos de batalla. El coche, apunta Gallego, es algo "intocable" para muchos, a pesar de que, según un informe de la UE, la velocidad media de un automóvil en el interior de una capital europea no supera los 10 km/h, por lo que la mayoría de los trayectos se cubrirían más rápido en bici, y a veces, incluso a pie.
Una "procesión de coches atascados", el 80% con sólo un ocupante, que emiten unos 200 gramos de CO2 por kilómetro recorrido. "No podemos trasladar 2 o 3 toneladas de chatarra tecnológica para mover 70 kilos de peso, es insostenible", defiende.
Tampoco se libran las motos, típicas en las ciudades del sur de Europa. El periodista pone de relieve el "falso mito" de que sean más ecológicas que el coche. Otro informe, éste de la Agencia Francesa del Medioambiente, indica que las motos representan sólo el 8% del parque total de vehículos particulares, pero emiten el 10% del monóxido de carbono y el 13% de los hidrocarburos.
"Si nos referimos al tráfico, la moto puede ser una solución, pero si hablamos de contaminación ambiental, e incluimos la acústica, la moto es un elemento distorsionador", afirma este periodista "adicto al silencio", que arremete contra aquellos adolescentes que cuando se compran una le quitan el silenciador del tubo de escape "para que todo el barrio se entere".
Gallego (Barcelona, 1964) cree que la palabra ecología, a pesar de ser "insustituible", ha sido "maltratada" desde su origen, cuando en la mayoría de los casos hace referencia a pequeños actos domésticos "dirigidos a vivir en un mundo mejor".
El periodista dice que su propósito es "seducir" a los que en su vida cogerían un manual de ecología aplicada del tipo "cincuenta cosas que yo puedo hacer para salvar el planeta", y que frente a estos temas piensan: "venga ya, con la que está cayendo, de qué sirve que recicle el vidrio o utilice el metro en lugar del coche".
Para Gallego, al movimiento ecologista hay que agradecerle que haya abierto un debate y también muchas acciones -la actuación ante el hundimiento del Prestige, la lucha antinuclear, el control de los transgénicos-, sin embargo, añade, cree que esta corriente ha instaurado un "cierto maniqueísmo" en la sociedad, "de conmigo o contra mí, o mi futuro o ninguno", que ha alejado a muchos.
El autor reconoce que "no hay nada más difícil de cambiar que un hábito" y que "el medio ambiente con palo no entra", por lo que su manual, "que para un ecologista militante estaría lleno de vaguedades", pretende acercarse con sugerencias aplicables al conjunto de la población, también a los "ecoexcépticos".
Además de la movilidad, entre los consejos "esenciales" está la mejora en la gestión de residuos: "el mejor residuo es el que no se genera y estamos a punto del infarto; por lo menos recuperemos y reciclemos los que gastamos".
También aboga por combatir "los grifos abiertos", ya que mucha gente no sabe lo que paga de agua en su hogar "porque le sale demasiado barata", y España, con sus 303 litros diarios por persona y día (INE, 2005), se sitúa en el pelotón de cabeza del "derroche".
En cuanto a la energía, Gallego prefiere la palabra "eficiencia" a la de ahorro, para esquivar a aquellos irreductibles que ven en ésta una invitación "a volver a la caverna o al uso del candil".
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