Este artículo se publicó hace 16 años.
Una bailaora sorda lleva por primera vez a los tablaos el lenguaje de signos
Hace 27 años un antibiótico le mató el nervio auditivo, aunque no su amor por el arte. Mari Ángeles Narváez o "La Niña de los Cupones", como la conocen en su barrio sevillano de La Macarena, es la primera bailaora sorda que lleva a los tablaos el cante flamenco adaptado al lenguaje de signos.
Madruga cada mañana para repartir suerte entre sus convecinos desde su puesto de la ONCE y espera con ganas el momento para poner en práctica su verdadera pasión, el baile flamenco, arte que desde pequeña la ha hecho pasar por varias academias y escenarios.
Pese a que nació en Suiza, lleva sangre andaluza en las venas: su padre es malagueño, su madre sevillana y su abuela del Albaicín de Granada. Quizá estas arraigadas raíces predispusieron su gusto por el arte y sus ganas por expresar lo que siente y lleva dentro.
"A los 6 años, cuando perdí el oído, regresamos a Sevilla y yo siempre me ponía delante del televisor a imitar a la gente que bailaba; por eso mi madre me apuntó a una academia de mi barrio", explica a Efe una risueña Mari Ángeles, que luego profesionalizó su arte en la academia de Matilde Coral.
Pero las inquietudes de la primera persona sorda que concluyó la carrera completa de Danza Española no quedaron ahí ya que, como ella misma comenta, "sentía que tenía que expresarme de alguna forma, buscar un estilo propio y único", y fue precisamente eso lo que la llevó a idear un espectáculo pensado para los que no pueden oír.
"La Niña de los Cupones", que el próximo viernes 14 actuará en Granada dentro del II Festival Flamenco ONCE Andalucía tras pasar por la XV Bienal de Sevilla, combina en su espectáculo "30 Decibelios" -que recuerda la mínima capacidad auditiva que le queda en uno de sus oídos- el lenguaje de signos con el cante y el baile.
"Quiero que el público sordo vea cómo es el flamenco con mis gestos", señala Mari Ángeles, que adapta a la lengua de signos las letras de los temas que luego interpreta y que memoriza gracias a los pocos estímulos que puede percibir con un audífono de las canciones para no perder el compás en el escenario.
En definitiva, se trata de buscar "movimientos flamencos", taconeo incluido, que se acompasen con las particularidades de ese lenguaje, indica esta bailaora y cantaora "de signos" única, ante quien no se han quedado indiferentes los sordos que la han visto.
Pese a sus evidentes cualidades, se considera una persona "normal" y no le gusta hablar de "discapacidad" puesto que, como comenta, "una persona no se siente así (discapacitado) hasta que alguien lo mira como tal".
Proyectos e ideas tampoco le faltan y, de hecho, ya piensa en un nuevo espectáculo en el que poder hacer accesible la música clásica de Beethoven -que también se quedó sordo- a quienes habitualmente no pueden disfrutarla.
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