Este artículo se publicó hace 16 años.
Barcelona salda su deuda con Julio González, padre de la escultura moderna en hierro
Sesenta y seis años después de su muerte, Barcelona salda la deuda que había contraído con el artista catalán Julio González, considerado como el padre de la escultura moderna en hierro, pero al que nunca hasta hoy le había dedicado una retrospectiva con esculturas, bronces, pinturas y dibujos.
A partir de mañana y hasta enero del próximo año, el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) presenta un total de 213 piezas del barcelonés, de procedencias tan diversas como el Centro Pompidou de París, el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), del MOMA, del propio MNAC, y de colecciones privadas europeas y americanas.
Con la muestra, que también se exhibirá en el Reina Sofía de Madrid entre marzo y junio de 2009, se quiere mostrar el alcance creativo del escultor, que aunque desarrolló la mayor parte de su obra en Francia nunca olvidó su origen catalán, según ha destacado hoy en rueda de prensa la comisaria Mercè Doñate.
Durante el mismo acto, tanto la directora del MNAC, Teresa Ocaña, como el director del MNCARS, Manuel Borja-Villel, han coincidido en señalar que González, a pesar de que en España es "poco conocido y reconocido", es un artista de proyección internacional de la misma talla que otros como Alberto Giacometti.
Nacido en la ciudad condal en 1876, hijo de un orfebre y sobrino del gran dibujante Josep Lluís Pellicer, González vivió la efervescencia modernista y fue testigo de la gran transformación de la ciudad a raíz de la Exposición de 1888.
Empezó a conocer el oficio en el taller de su padre y en 1899, junto con toda la familia, se trasladó a París, donde coincidió y se hizo amigo de artistas de las vanguardias de los años veinte y treinta como Constantin Brancusi, Alberto Mangelli o el compositor Edgar Varese.
También mantuvo amistad con Joaquim Torres-García, Pablo Gargallo y con Picasso, aunque con éste estuvo enemistado durante más de diez años por un problema con unos dibujos de su hermano Joan, fallecido en 1908, y que habían quedado en manos de la familia de Picasso.
Sin embargo, en la década de los años veinte González y Picasso volvieron a tratarse e incluso trabajaron conjuntamente en varios proyectos, como la creación de una serie de obras de hierro, entre ellas, una escultura para un monumento en homenaje a Apollinaire.
Dividida en siete ámbitos diferentes, la exposición del MNAC no cuenta, sin embargo, con la escultura "La Montserrat", una de sus obras maestras, y que por su estado de conservación, el museo Stedelijk Museum de Amsterdam en el que se encuentra, no ha dado permiso para que viajara hasta Barcelona.
Esta escultura -una figura de una campesina catalana con un hijo en brazos y una hoz en la mano- se expuso en el Pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de París de 1937, y se convirtió en un símbolo contra la violencia de la guerra.
En la primera sala de la retrospectiva, el público podrá conocer los trabajos de orfebrería de González, mientras que en un segundo espacio verá sus lienzos, puesto que la vocación artística de su juventud fue la pintura, con influencias de Degas y Puvis de Chavannes.
A mediados de los años veinte, cuando el artista ya contaba con una cincuentena de años, es cuando empieza a trabajar en relieves de metal, en detrimento de la pintura, y a ensayar fórmulas para recortar y curvar el hierro, una fórmula, que le lleva a la creación de un lenguaje abstracto muy personal e innovador, fruto del dominio sobre la técnica, pero también de una libertad imaginativa y de una especial sensibilidad artística.
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