Este artículo se publicó hace 15 años.
"Basar el desarrollo en las exportaciones es una ilusión"
William White. Presidente de Desarrollo Económico de la OCDE, es el economista que ni Greenpan ni Trichet quisieron escuchar
William White, canadiense, tiene 66 años. Trabajó tres años como economista en el Banco de Inglaterra y 22 en el Banco de Canadá. En 1994 se incorporó al llamado banco de los bancos centrales, el Banco de Pagos Internacionales de Basilea, Suiza, donde entre 1995 y 2008 fue consejero económico y responsable del departamento económico y monetario. Desde allí advirtió durante años sobre los riesgos de un colapso económico y financiero. Alan Greenspan, que acudía todos los meses a Basilea, no le escuchó. Ahora preside el Comité de Desarrollo Económico y Supervisión de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
¿Recuerda la conclusión del informe del Banco de Pagos de Basilea del 25 de junio de 2007?
Sí, claro.
Decían ustedes: "Virtualmente nadie predijo la Gran Depresión de los años 30 o la crisis de Japón y el sudeste de Asia a principios y finales de los noventa. De hecho, cada recesión ha estado precedida por un periodo de crecimiento exuberante no inflacionista suficiente como para que los comentaristas sugieran que una Nueva Era ha llegado".
En efecto, esto me lleva a menudo a preguntarme cómo es posible que la gente pueda predecir los problemas y nadie esté dispuesto a escuchar.
Pero la versión publicada es que nadie ha previsto esta crisis y no la de que nadie ha escuchado.
Así es. Es que no todos lo habían previsto. Y, claro, todos los animales son iguales pero algunos son más iguales que otros. Es decir: tenemos gente como Alan Greenspan presidente de la Reserva Federal entre 1987 y 2006; Ben Bernanke miembro de la Reserva Federal entre 2002 y 2005 y presidente desde 2006; Alan Blinder vicepresidente de la Reserva Federal en 1994 y 1996 y académicos norteamericanos respetados en todo el mundo que dominaban el pensamiento y para quienes la situación era básicamente sana. Su explicación era que todo estaba bajo control porque la inflación había sido dominada. Y luego hay tipos como yo, que no tienen la misma reputación académica o intelectual o las conexiones políticas. Las personalidades importan mucho. Y está también lo que llamo el paradigma. Alan Greenspan no es un estúpido. Uno de los miembros de la Reserva Federal, Ed Gramlich, le advirtió de que iba a haber problemas con los préstamos hipotecarios subprime y los de la vivienda en general. Ni Greenspan ni la otra gente le escuchó. No son tampoco estúpidos. Tenían una idea, un credo: si el mercado lo está haciendo, tiene que estar bien.
Es decir, una crisis como la que vivimos no podía estallar.
Sí. Dicho simplemente, desde ese punto de vista ideológico, estas crisis no tenían sitio. Por eso, cuando te planteas cómo vamos a evitar que vuelva a ocurrir llegas a la conclusión de que no es una cuestión de reemplazara unas personalidades por otras. Es cuestión de cambiar el paradigma, es decir, el pensamiento dominante. Y hay otro aspecto que explica por qué nadie quiso escuchar: la cantidad enorme de dinero que hizo mucha gente durante estos años. A nadie le interesaba preguntar si podía durar o cuestionar las razones si podía ganar gran cantidad de dinero. Y la verdad es que esto nos ha llevado a la peor crisis económica desde los años treinta del siglo pasado.
Con todo, ya está de moda hablar de "planes de salida" de la crisis.
Sí, es una moda. Es un verdadero enigma dentro de una paradoja. Unos dicen: no tienes que ir muy rápido y quitar los estímulos fiscales. Otros replican: tampoco tienes que ir demasiado lento. ¡Muy bien, muchas gracias! Porque, ¿cuál es el criterio para saber lo que se debe hacer?
A mediados de septiembre pasado, usted dijo que la recuperación estaba lejos de estar asegurada y habló de una recaída. El presidente Obama parece haberle escuchado. El miércoles pasado, advirtió en China sobre el riesgo de una recaída.
El presidente Obama dice algo razonable. Si el Gobierno norteamericano no presenta un plan solvente para reducir el déficit, puede haber un rebote de los tipos de interés, lo cual provocaría una recaída (double dip recession). Obama tiene la mirada puesta en el Congreso. Claro que cuando haces una advertencia como esta y no consigues un plan que ofrezca credibilidad, el problema se agrava. Por otra parte, la presión sobre China para que deje apreciar su moneda, el renminbi, no parece haber tenido buena acogida.
Por tanto, no canta usted victoria sobre la crisis para nada.
Nos ha llevado 20 años formar este lío. ¿Cómo vamos a salir en unos meses? Tanto las empresas, como las familias y los bancos siguen con una superdeuda. El proceso de desendeudamiento no termina de empezar. La caída de la actividad ha reducido el Producto Interior Bruto de los principales países, esto es, la deuda como porcentaje del PIB ha subido. Es lo que llamamos una deflación de deuda. Y ahora hemos añadido la deuda del sector público. Una cosa es que haya algunos indicadores que van mejor, pero cuando estamos descontando una tasa de desempleo del 10% o superior en EEUU durante todo 2010, ¿de qué brotes verdes me están hablando?
Si, como parece, la recuperación no es sostenible o depende en gran medida de las ayudas estatales, ¿cuál es el plan B?
Si todo este plan de estímulos no termina de cuajar, lo único que se habrá conseguido es retrasar uno de los mecanismos intrínsecos del capitalismo como sistema, es decir, un ajuste muy doloroso, a través de la deflación, la reducción generalizada (todavía más salvaje) de precios y salarios. Al estilo de lo que pregonaría la escuela austriaca, si usted prefiere. En realidad, creo que el nuevo paradigma del que hemos hablado se formará sobre un nuevo cóctel que tenga en cuenta la demanda agregada, según John Maynard Keynes; los postulados de la oferta, según Friedrich Hayek y los austríacos, y la teoría de la inestabilidad financiera de Hyman Minsky, un economista norteamericano que Alan Greenspan y la gente de la Reserva Federal no ha tenido en cuenta. Pero todo esto llevará tiempo. Los nuevos modelos económicos tardan mucho en implantarse.
En España, precisamente, existe la creencia en ciertos sectores del Gobierno de que es un problema de voluntad.
España ha experimentado un auge colosal del sector inmobiliario y de la construcción, una burbuja, y llevará mucho tiempo establecer las precondiciones para un cambio tan radical de la economía, donde el déficit por cuenta corriente, que ya se está reduciendo, tiene que bajar más a costa del brutal ajuste interno. En Irlanda, donde también ha habido burbuja inmobiliaria, el ajuste será igualmente tremendo. Pero no sabemos cuánto tiempo va a llevar ni cuál será el resultado. Las estructuras de producción de una gran cantidad de países, como España e Irlanda, no son las adecuadas. Y la idea de que se puede establecer una estrategia de desarrollo con base en las exportaciones es una ilusión. Ello implicaría que los países con grandes superávits comerciales se dedicaran a producir bienes no comercializables en otros países, mientras que los deudores fabricarían un número mayor de bienes comercializables en el exterior. Sectores como los del automóvil, banca, vivienda, construcción, comercio al por menor, transporte y turístico van a tener que adelgazar.
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