Este artículo se publicó hace 15 años.
Berlín hace apología del arte del mal gusto con la muestra "Böse Dinge"
Berlín hace apología del arte del mal gusto, de lo "kitsch", lo extravagante y lo irreverente a través de la muestra "Böse Dinge" ("Objetos Perversos"), que se exhibe hasta noviembre en el "Museo de las Cosas".
Cerca de 60 objetos conforman esta muestra de carácter temporal, que más allá de poner al alcance del visitante una suerte de "cámara de los horrores", persigue además hacerle reflexionar sobre las distintas direcciones que toma el arte moderno y contemporáneo.
Todo es posible en este lugar, desde una calavera que sirve de base para el teléfono móvil hasta una taza con dos pechos de mujer, pasando por una grapadora recubierta de brillantes.
"Nuestra intención no es decir que hay cosas malas en arte, sino hacer pensar al visitante", explicó a Efe la comisaria de la muestra, Renate Flagmeier.
El proyecto surgió a partir de estudiar a fondo la obra del historiador del arte Gustav E. Pazaurek, quien ocupó gran parte de su vida teorizando sobre el mal gusto y quien poseía su propia "enciclopedia del mal gusto" en su museo de Stuttgart, donde albergaba más de 900 piezas.
Pazaurek llegó incluso a escribir un libro, "Guter und Schlechter Geschmackt in Kunst Gewerbe" ("El buen y el mal gusto en el oficio artístico"), en el que clasifica en cuatro los errores estéticos: uso de materiales, confección, decoración o lo simplemente "kitsch".
Así, esta idea ha sido recuperada por el museo, y entre las deficiencias causadas por el uso de materiales equivocados, uno puede encontrar por ejemplo un muñeco "Teletubbie", o jarrones de plástico que aspiran a imitar a los de cristal.
Una copia barata de unas sandalias de Dior, un lápiz óptico con forma de dedo, y un tenedor que termina en cepillo de dientes son algunos de los objetos que se han incluido en el apartado de la mala confección.
En cuanto a la decoración, se resaltan aspectos como la pedrería, lo que contradice las leyes de la geometría o incluso lo políticamente incorrecto, como un frasco de perfume con la forma de una granada.
Hasta Barack Obama tiene su sitio en esta exposición dedicada al horror, ya sea en forma de camiseta o serigrafiado sobre unas zapatillas.
Según Flagmeier, no se trata de imponer a la gente que rechace los objetos "kitsch", sino que el museo ha escogido todas estas cosas como ejemplo y con un cierto sentido irónico.
Pero a la clasificación que ya estudiara Pazaurek en su día, han decidido añadirle una nueva categoría: aquellos productos que pueden resultar ofensivos en nuestra sociedad actual, como un patito de peluche para niños al que hay que ahogar, un monedero que no es sino una verdadera rana disecada o los clásicos caramelos "conguitos".
"Lo que sí criticamos, de forma explícita y en absoluto irónica, son estos objetos que han sido creados sobre fundamentos racistas, sexistas o violentos y cargados de connotaciones negativas", insistió Flagmeier.
Con esta finalidad didáctica, el museo también permite que los visitantes participen de la muestra, al traer sus propios "objetos perversos" y separarlos según el apartado al que pertenezcan.
El Museo de las Cosas es propiedad de la "Deutsche Werkbund", una asociación de artistas, productores y teóricos del arte y la cultura, fundada en Múnich en 1907, con la intención de mostrar al mundo su concepto de la modernidad.
Con un desarrollo paralelo al de la Bauhaus, pero más general y no sólo centrado en el ámbito de la arquitectura, apuestan por la calidad de los materiales, la sencillez de los diseños y lo ortodoxo de las estructuras y las formas.
En el museo aglutinan un sinnúmero de piezas artísticas de los siglos XIX y XX, que les sirven para explicar las ideas de funcionabilidad, calidad o minimalismo, pero siempre de forma polarizada; es decir, a un lado, lo "bueno", práctico y sencillo, y al otro, "lo malo", lo barroco y exacerbado.
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