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La Bienal de Arte de Estambul busca rescatar la utopía de las ideologías

Agencia EFE

Rescatar la utopía de las ideologías del Siglo XX podría parecer un acto de locos o nostálgicos en la despolitizada aldea global actual, pero no en la décima edición de la Bienal Internacional de Arte de Estambul.

"No sólo posible sino necesario, optimismo en la era de la guerra global", es el título que acompaña a una Bienal que cumple veinte años y que bajo la dirección del chino afincado en París Hou Hanru presenta este año un diseño bien estructurado, compacto y radical.

La muestra de arte de Estambul se ha caracterizado en todas sus ediciones por su imbricación con la arquitectura de la ciudad del Bósforo, lo que siempre ha dado buenos resultados, pero el objetivo en esta ocasión ha ido más allá.

La Bienal ha abandonado sus tradicionales localizaciones en los barrios históricos (Sultanahmet y Pera) para expandirse a los barrios que no aparecen en las guías turísticas y para recuperar el espíritu utópico de los edificios que un día fueron imagen del sueño modernizador de la joven República turca.

Hoy catalogados como "viejos", "feos", "de estética soviética" u objetivo de la piqueta de un ayuntamiento liberal-islamista, el Centro de Cultura Atatürk (AKM), construido en los años setenta), el Mercado de los Manufactureros de Estambul, de los años sesenta) y el decadente almacén portuario Antrepo No.3 son los escenarios de esta nueva muestra de arte comprometido.

"(Estambul) ha ido creando una historia única a través de la invención de su propia modernidad. Es un ejemplo perfecto de modernización más allá de la perspectiva eurocéntrica. Esta es la ocasión de ayudar a su reposición local como un actor significativo en la actual estructura geopolítica y cultural del mundo", afirma Hou Hanru en su presentación de la exposición.

Por eso, situar parte de la muestra en el centro AKM -cuyo futuro, según los organizadores es "ser sustituido por un complejo más bello, posmoderno y de carácter corporativo"- supone toda una declaración de intenciones, aún más teniendo en cuenta el título que la acompaña: "AKM: ¿quemarlo o no?".

Los trabajos que acoge la exposición del AKM, se centran en los significados arquitectónicos de edificios similares: la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, el Hotel Rosiya de Moscú, la Biblioteca de París o los edificios abandonados a medio construir en la ciudad de Gyumry en la Armenia de la época comunista.

"Uno no puede dejar de pensar en el brillante futuro que se les reservaba y el aura utópica que estos edificios llevan consigo", explica el artista armenio Vahram Aghasyan.

Todos están impregnados de ideas que suenan a "idealismo, utopía, progreso tecnológico, solidaridad, justicia social y democracia", y eso es lo que pretenden recordar los trabajos del AKM, porque, como afirma el grupo AIR "la arquitectura es un gesto ideológico".

Otro de los proyectos exclusivos de esta edición es "Nightcomers", una serie de vídeos-denuncia rodados por profesionales y aficionados de todo el mundo que pretenden imitar en forma electrónica la "democracia radical de los Dazibao", periódicos murales en los que los ciudadanos escribían sus quejas u opiniones durante la Revolución Cultural China.

El principal escenario de la Bienal -que agrupa a la mayoría de artistas y a todos los representantes españoles (Cristina Lucas, Fernando Sánchez Castillo, Grupo Democracia y Ramón Mateos)- es Antrepo No.3, que con su muestra "Entre-polis" se centra más en la crítica del mundo actual en su "era de guerras globales y globalización del capitalismo liberal".

La guerra convertida en una marca en los carteles de "Fuego Amigo" del británico Jonathan Barnbrook o las "Lecciones de amor" de la kuwaití Hamra Abbas en las que esculturas extraídas del Kamasutra practican el sexo alertando de que el miedo a la guerra global ha alcanzado todos los aspectos de la vida, son algunos ejemplos de esta ácida crítica.

También apuntan directamente el español Ramón Mateos, con su Lenin retorciéndose en la tumba ante la pérdida de combatividad de una izquierda que ha dejado de ser revolucionaria y que escenifican ocho personas cantando de forma desacompasada y en diferentes lenguas la Internacional o el montaje de Democracia que convierte el derribo de una barriada de chabolas en un espectáculo similar a la Fórmula 1.

Merecen una mención aparte la dura crítica al sistema político turco, y especialmente a su nacionalismo, realizada por el grupo Extramücadele (Lucha Extra), que juzga los inamovibles principios del Estado turco mostrando en una pegatina (que distribuye entre el público) a una 'Caperucita Roja' que en realidad es una estudiante con velo guiada a través de un bosque encantado por un maléfico Atatürk (el fundador de la República turca).

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