Este artículo se publicó hace 15 años.
Una bofetada de sol para volver a la rutina
Es agosto, pero en el rastro madrileño sigue habiendo los mismos atascos de siempre
Vayas donde vayas siempre hay que volver. Por eso, después de trotar me toca volver a Madrid, al calor. En las carreteras, en los trenes, la gente deshace los caminos que hace unas semanas los llevaron a sus vacaciones. "Ahora toca volver a la rutina", dice todo el mundo, más o menos resignado, más o menos deprimido.
Cuando ya en Madrid me bajo del coche, el sol me pega una bofetada que me deja mareada. Después del fresco del norte, cuesta más aguantar este calor. Arrastro la maleta y el ordenador hasta casa, y veo que la gente se arremolina en los bares. Claro, ha empezado la liga, otra señal indiscutible de que empieza la vida diaria. Ahí los dejo, gritando los primeros goles del Madrid.
Qué mejor plan para una mañana de domingo madrileña que ir a dar una vuelta al rastro. No llevo ni cinco minutos andando y el bolso se me queda pegado del sudor. Esperaba encontrarme con menos gente, por eso de que aún hay quien está de regreso o de vacaciones. Pero subiendo Ribera de Curtidores hay los mismos atascos de siempre: el chaval que se para a mirar camisetas, los niños que beben agua, la panda de amigos que esperan a alguien, los viejos que han salido a dar el paseo, las amigas que quieren comprarse un bolso.
Los puestos parecen ser los de cada domingo. Siempre me ha llamado la atención uno que ponen en una esquina y que sólo vende gomas, todo tipo de gomas, de todos los tamaños y colores imaginables. No se me ocurre para qué pueden servir tantos modelos de gomas, pero el puesto tiene éxito.
Luego están los puestos ya míticos, legendarios: los de bragas y calcetines a dos euros, los de música con el volumen a todo trapo, ropa hippie, bolsos de cuero que se huelen a metros, pendientes y pulseras, los que venden camisetas heavys... En uno de estos, una mujer mayor pregunta por una camiseta para su hijo: "Sí, es de uno de esos grupos que visten de negro y van con el pelo largo, que tienen un nombre inglés". Después me acerco a la plaza donde se intercambian los cromos, las cartas y algunas otras cosas más frikies. Mientras, los padres supervisan que los trueques de sus hijos sean justos.
Las terrazas no tienen mucho público, pero dentro de los bares se reparten más cervezas: será el aire acondicionado
Curioseo por los puestos de cómics y libros antiguos, hasta que encuentro mi accesorio ideal: el pelador universal. Paco lo vende en el rastro desde hace catorce años. Me deja que lo pruebe y en un momento me liquido una patata, una zanahoria y una judía. Por tres euros me lo llevo a casa.
Paco, que ha estado viniendo todos los domingos, dice que este verano ha sido muy flojo: "Ha venido gente porque mucha no se ha ido de vacaciones, pero las compras muy mal, tú fíjate, ahora casi nadie lleva bolsas, antes veías a la gente con muchas más". Me marcho con la promesa de volver otro domingo a comprar más peladores universales.
Llego hasta La Latina a ver cómo están esas terrazas que se llenan en cuanto empieza el buen tiempo. Hoy no tienen mucho público. Dentro de los bares se reparten más cervezas: será el aire acondicionado.
Ya en Sol, los guiris se hacen fotos con su particular rojo cangrejo. Las tiendas están medio vacías. Entro en una que está en pleno centro. La dependienta está bastante disgustada por cómo ha ido la temporada. "La gente viene más a mirar, pero compra poco, hemos notado mucha diferencia con el año pasado. Mucha gente hasta te discute el precio o entran sólo a buscar rebajas", me dice.
Elijo uno de mis lugares favoritos como último destino: la Plaza Mayor. Aquí están los dibujantes de caricaturas, los puestos de sellos y los camareros que te invitan a sentarte en esas terrazas tan caras.
Ahora me toca deshacer la maleta y comprobar todo lo que me he ido dejando por el camino. La chaqueta blanca, la crema para la cara, los calcetines a rayas. Llamar a casa: he llegado bien. Hacer la compra y prepararme el tupper para mañana. Volver, al fin y al cabo. De Algeciras a Madrid, fue un placer viajar con ustedes. ¡Hasta la próxima!
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