Este artículo se publicó hace 15 años.
Brawn GP acaricia los títulos de pilotos y marcas en una año para olvidar
A falta de cuatro carreras para que concluya el Campeonato del Mundo de Fórmula Uno la escudería Brawn GP, que logró su cuarto doblete de la temporada en el Gran Premio de Italia, con el brasileño Rubens Barrichello y el británico Jenson Button, acaricia los títulos de constructores y pilotos en un año para olvidar por sus continuos escándalos.
Los Brawn, que se aprovecharon de una interpretación del reglamento, ratificada por la FIA, pero que la mayoría de las escuderías creyeron que no se ajustaba al espíritu de la letra, dominaron la primera parte de la temporada y la polémica sobre los difusores de doble plano acaparó las discusiones hasta el mes de mayo.
Esa ventaja que cobró Brawn GP le permite ahora estar muy cerca de conseguir en el año de su debut el Mundial de constructores y el de pilotos con Button y Barrichello y ya pueden hacer cuentas e ir preparando la fiesta de celebración en Japón o en Brasil.
Al lío de los difusores siguió el de las mentiras de Lewis Hamilton y McLaren en el Gran Premio de Australia, en detrimento de otro competidor, Jarno Trulli, y Toyota, que resolvió finalmente el Consejo Mundial del Motor (WSMC) con una simple reprimenda, porque prometieron portarse bien en McLaren y su propietario Ron Dennis, uno de los enemigos del presidente de la FIA, Max Mosley, abandonó aparentemente la dirección del equipo de Fórmula Uno.
Resuelto el caso de las mentiras de Hamilton y McLaren, llegó la lucha entre la Federación Internacional del Automóvil (FIA) y la Asociación de Equipos de Fórmula Uno (FOTA), que se oponían a aceptar un presupuesto de 40 millones de euros y un mundial con dos reglamentos si los equipos superaban ese límite.
Amenazas de escisión, reuniones con los poseedores de los derechos comerciales de la Fórmula Uno, reuniones baldías entre las partes para separarse cada vez más y al final arreglo con la promesa por parte de Max Mosley de no presentarse a la reelección.
Después del Gran Premio de Hungría, el 26 de julio, había tres semanas de descanso antes de reanudar la competición en Valencia. El brasileño Nelson Piquet jr. era echado de la escudería Renault y cuatro días después se presentaba en la sede de la FIA, Plaza de la Concordia 8 en París, para confesar que su accidente en el Gran Premio de Singapur del año pasado fue intencionado para facilitar la victoria de Fernando Alonso.
Max Mosley tenía ante sí la oportunidad de acabar con otro enemigo, el director de Reanult Flavio Briatore.
Curiosamente todas las informaciones en poder de la FIA, que acusan a Renault de alterar el resultado de la carrera de Singapur han sido filtradas a la prensa, británica, mientras Max Mosley anuncia una investigación, aunque ya sabe que no va llegar a ninguna parte.
Renault y Briatore acusan al clan de los Piquet, padre e hijo, de difamación y extorsión y los denuncia ante el tribunal de París y Briatore se despacha hablando de la vida íntima de Nelsinho y sus amigos.
Dentro de una semana, el lunes 21, el Consejo Mundial del Motor juzgará el caso del accidente de Piquet en Singapur y le ha prometido inmunidad en vez de sancionarle por no denunciarlo antes de la carrera y poner en peligro al resto de los pilotos.
Quizá al final se llegue a un acuerdo, como ocurrió con las mentiras de Hamilton y McLaren, y sea la cabeza de Briatore la que ruede para salvar a la escudería Renault que en caso de ser sancionada podría dejar no solo la Fórmula Uno, sino todas las competiciones del motor.
En cualquier caso, lo mejor que le puede ocurrir a la Fórmula Uno es que la temporada termine cuanto antes y con la firma de los Acuerdos de la Concordia el pasado 6 de agosto y la elección de un nuevo presidente de la FIA el 23 de octubre, retorne la calma a la competición el próximo año.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.