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El buen rollo lo desata Pau Gasol

Dice Pau Gasol que las críticas les unieron, afirmación que encierra la confesión de que la selección y su entrenador no formaron un todo compacto

JOSÉ MIGUÉLEZ

Dice Pau Gasol que las críticas les unieron, afirmación que encierra la confesión de que hasta que éstas no aparecieron el vestuario de la selección y su nuevo entrenador no formaron un todo compacto. Algunos compañeros de Pau añadieron que les divirtió, por decir algo, observar cómo los escépticos se fueron subiendo los últimos días al carro de las victorias.

Como si no hubiera existido ningún contratiempo ahí dentro durante la primera semana, la de las derrotas y las dudas, y fuese todo un invento malintencionado de agentes externos. De la prensa, para ser exactos. En resumen, que Marc no dijo lo que dijo, que Scariolo siempre fue comprendido y que España no jugó ni perdió como se contó en las crónicas y se vio por la tele.

Así que reducen la clave del éxito al desencanto exterior, que finalmente les sirvió como motor. Bienvenido sea en todo caso, si es que de verdad los siderales jugadores españoles necesitaban alejarse un rato de los elogios y estrellarse con unos cuantos reproches para despertar.

Además a tiempo, que es lo que más concede un sistema de competición que apenas penaliza las derrotas durante sus primeras fases (Francia se va del Europeo con menos partidos perdidos que España, pero acabó quinta; Serbia ganó a la campeona en el estreno, pero ayer murió apalizada).

Pese a la interpretación de los jugadores, la resurrección de España, su alzamiento como mejor equipo de Europa sin discusión, se explica más fácil en Pau, al que un buen día le dejó de doler el dedo y de pronto volvió a ser Pau. Y así no hay quien le pare. Porque es una bestia. Y al calor de sus movimientos imparables bajo el aro se incorporó Navarro y sus bombas, y luego Rudy, y luego Felipe, y al final todos.

Y el buen rollo ya se respiró fuera y dentro de la cancha, divirtiéndose al defender con la máxima intensidad y atacando a carcajadas, a ritmo de triples, mates y aley-hoops. Con la pizarra de Scariolo o con la de la autogestión, de una semana a otra, España volvió a ser España. O sea, la mejor. En cuanto quiso Pau, el más grande.

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