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En busca del Tercer Templo

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

La presión sobre el sector ocupado de Jerusalén va en aumento y todo indica que los dirigentes israelíes apuntan abiertamente hacia la Explanada de las Mezquitas, donde se encuentran la mezquita Al Aqsa y el Domo de la Roca, y donde en la Antigüedad estuvo el Templo judío. Según el diario Haaretz, la ambición de construir el Tercer Templo ha dejado de ser el sueño de unos pocos judíos radicales para convertirse en el de la mayoría de los judíos israelíes.

Antes que descabellada, la idea de construir el Tercer Templo es consecuente con la política de los sucesivos gobiernos israelíes. El último informe de Human Rights Watch sobre Jerusalén no puede ser más esclarecedor: Israel ya ocupa el 57% de la superficie de Jerusalén oriental, el 35% mediante colonias y el 22% mediante lo que eufemísticamente se denomina “zonas verdes”. A los palestinos solo se les permite construir en el 12% del territorio de la Jerusalén ocupada.

La mezquita Al Aqsa es ahora mismo el principal foco de tensión, como lo fue cuando estalló la segunda intifada, en el año 2000, cuando Ariel Sharon irrumpió en la Explanada con una fuerte protección policial que sirvió de espoleta para una oleada de violencia que carecía de precedentes. Unos días antes había fracasado la reunión de Camp David entre Yaser Arafat y Ehud Barak.

Catorce años después las visitas de judíos radicales a la Explanada se producen a diario, a menudo protegidos por la policía. Estos grupos, que con frecuencia son colonos, aprovechan la entrada de turistas occidentales para rezar haciendo caso omiso al hostigamiento que sufren por parte de jóvenes palestinos que temen que estén creando hechos consumados para “dividir” o expulsar a los musulmanes directamente.

La “partición” de la Explanada, o simplemente la “expulsión” de los musulmanes, no constituiría una novedad. Los israelíes ya han forzado esta situación en varios lugares sagrados que históricamente han estado en poder de los musulmanes, como la Mezquita de Abraham en Hebrón, la llamada Tumba de José, en el área de Nablús, y la llamada Tumba de Raquel, al norte de Belén.

Uno de los últimos incidentes relacionados con el Tercer Templo ocurrió el pasado miércoles, cuando un exmiembro de la Yihad Islámica atentó en Jerusalén contra Yehuda Glick, un rabino de 50 años que ha consagrado buena parte de su vida a impulsar la construcción del Tercer Templo a costa de la expulsión de los musulmanes.

Este atentado fue aprovechado inmediatamente por el primer ministro Benjamín Netanyahu para ordenar el cierre completo de la Explanada, prohibiendo incluso la llamada a la oración, lo que ocurrió por primera vez desde la ocupación israelí de 1967, según el muftí de Jerusalén, Mohammed Hussein. La Explanada permaneció cerrada el jueves pero volvió a abrirse el viernes por la presión de Washington.

La ofensiva contra la Explanada viene de lejos pero se ha intensificado en los últimos dos años, y más particularmente en los últimos meses, concretamente desde la invasión de la Franja de Gaza del verano pasado, cuando finalmente los jerosolimitanos palestinos han salido a la calle para protestar de manera espontánea, es decir al margen del presidente Mahmud Abás, quien está encerrado en Ramala siguiendo las directrices de Israel y Estados Unidos.

Las protestas tienen lugar a diario desde Al Ram, ya cerca de Ramala, hasta el casco viejo de Jerusalén. El tranvía que conecta el asentamiento judío de Pisgat Zeev con la zona judía de Jerusalén, ha sido asaltado varias veces por los palestinos y sigue funcionando, después de haber permanecido sin servicio varios días, gracias a una imponente vigilancia policial.

La sensación que tienen los palestinos de que la partición de la Explanada es inminente la comparten muchos judíos. Los precedentes están ahí. El primero de ellos fue el cierre de la llamada Tumba de José, un personaje bíblico que seguramente ni siquiera existió, pero que era venerado por los musulmanes cerca de Nablús hasta la ocupación de 1967, cuando los musulmanes fueron expulsados por los judíos.

Según algunos historiadores, la tumba en cuestión perteneció a un jeque musulmán del siglo XVIII, pero esto importa poco o nada cuando anda en juego la fe. La tumba está ahora en una zona palestina pero el ejército no permite el acceso a los musulmanes. A menudo jóvenes judíos radicales se adentran sin permiso de la policía arriesgando sus vidas para rezar en ese lugar, donde no hay ningún vestigio anterior al siglo XIX.

Otro lugar del que los israelíes han expulsado a los palestinos es la llamada Tumba de Raquel, situada justo al norte de Belén, a unos 5 kilómetros de Jerusalén. Los palestinos denominan a este lugar la mezquita de Bilal bin Ribah, que está situada en un cementerio musulmán al que los palestinos no pueden acceder debido a la prohibición del ejército israelí.

Varias descripciones bíblicas sitúan la Tumba de Raquel en otro lugar pero existe también una tradición antigua que la ubica cerca de Belén. En cualquier caso, lo más probable es que Raquel también sea un personaje mítico que nunca existió.

La Mezquita de Abraham, que según numerosos historiadores modernos es otro personaje mítico, está situada en la ciudad de Hebrón. La mezquita fue ocupada por Israel en 1967. En un primer momento el ejército dividió el acceso a la mezquita pero tras el atentado del médico judío estadounidense Baruj Goldstein de 1994, en el que mató a 29 palestinos, el ejército optó por “partir” el edificio dando a los judíos el control del 65% de la mezquita y a los musulmanes el 35% restante, a pesar de que la población musulmana de Hebrón es cientos de veces superior a la de los judíos.

Estos precedentes, así como la agresividad de los colonos y de las autoridades israelíes, hacen temer que Israel se disponga a obrar pronto de una manera similar en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén.

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