Este artículo se publicó hace 16 años.
Bush, McCain y Obama se reúnen para hablar de la crisis
Previamente, los congresistas comparecieron para anunciar que habían alcanzado un principio de acuerdo sobre el plan de rescate presentado por el Secretario del Tesoro, Henry Paulson.
Isabel Piquer
La crisis financiera, que muchos han comparado con la Gran Depresión, reunió ayer en la Casa Blanca al todavía presidente de Estados Unidos, George Bush, y a los dos hombres que aspiran a sucederle, el demócrata Barack Obama y el republicano John McCain, con los miembros del Congreso, para negociar un principio de acuerdo sobre la debacle de Wall Street, en una sorprendente foto de aparente consenso nacional y calculadísimo oportunismo político.
La foto apenas disimulaba una imagen mucho más borrosa: un plan descomunal de 700.000 millones de dólares destinados a frenar la crisis otorgando al Tesoro poderes sin precedentes; unos congresistas agotados, ansiosos por hacer campaña en sus distritos; un presidente ausente de pronto reaparecido; un senador conservador en clara desventaja en los sondeos y un aspirante demócrata intentando navegar por las aguas procelosas de las finanzas sin verse muy salpicado.
Bush hizo unas breves declaraciones al inicio de la reunión. Fue un momento esencialmente simbólico. El tema se había resuelto horas antes en el Capitolio.
Tras cinco días de negociaciones maratonianas, los congresistas comparecieron ante la prensa para anunciar que habían alcanzado un principio de acuerdo sobre el plan del gobierno presentado el pasado sábado por el Secretario del Tesoro, Henry Paulson. Sólo faltaba ultimar los detalles.
Según el compromiso, el gobierno estadounidense usará 700.000 millones de dólares para comprar los activos más tóxicos -derivados de las hipotecas basura- de las instituciones financieras más afectadas para inyectar liquidez en los mercados y desatascar el sistema. A cambio, Washington recibirá acciones de estas entidades.
El dinero se dará en varias partidas: una primera tanda de 250.000 millones se hará disponible inmediatamente, seguida de otra de 100.000, si fuera necesario. Al escueto proyecto inicial, los demócratas consiguieron añadir serias limitaciones a las astronómicas compensaciones de los directivos de las empresas concernidas, los llamados "paracaídas de oro".
También buscaban incluir algún tipo de protección contra los estadounidenses de a pie, ahogados en sus hipotecas. Antes de llegar a Washington, Obama pidió que los contribuyentes estadounidenses que iban a pagar la factura "fueran considerados como accionistas" de las empresas rescatadas, con la garantía de recuperar su dinero.
La Oficina de Responsabilidad del Gobierno (Government Accountability Office) el brazo investigador del Congreso, debía actuar como órgano regulador de control para vigilar toda la operación.
Wall Street reaccionó al alza al conocer la noticia del acuerdo. Los congresistas tenían previsto reunirse durante el fin de semana para pulir los detalles y tener un plan definitivo antes de la apertura de los mercados el lunes.
Quedaban flecos importantes. El ala más radical del partido republicano seguía criticado un plan que muchos interpretaban como una "socialización" de la economía. El frente rebelde, liderado por el representante John Boehner, hizo circular horas antes del encuentro con el presidente, una contrapropuesta más conservadora.
La comparecencia televisiva de Bush contribuyó a acelerar el ímpetu negociador de los legisladores. En un discurso a la nación de 15 minutos, el presidente intentó explicar a los contribuyentes/votantes que su dinero no serviría sólo a rescatar unas firmas descarriadas de Wall Street sino a salvar al sistema de una crisis crediticia de proporciones bíblicas. "Toda la economía está en peligro", dijo Bush.
La secuencia de acontecimientos que llevó a la histórica foto en la Casa Blanca empezó cuando McCain, en un gesto dramático, decidió el miércoles suspender su campaña y viajar a Washington para participar en las negociaciones. Obama, que en principio no tenía intención de seguirle y pensaba quedarse en Florida preparando el debate, accedió finalmente a desplazarse a la capital tras una llamada del presidente Bush.
La campaña demócrata seguía insistiendo ayer en que la propuesta de iniciativa bipartidista salió primero de Obama y que McCain le arrebató la idea. En un comunicado conjunto, que los candidatos, pidieron unidad y responsabilidad frente a la crisis.
Queda por saber qué pasará con el debate de esta noche. Ahora que la crisis parece haber amainado, McCain tiene pocos argumentos para seguir pidiendo un aplazamiento, idea que Obama rechazó desde el principio.
Los responsables de la Universidad de Mississippi, en Oxford, donde debe celebrarse el primero de los tres pugilatos electorales, estaban furiosos con la idea de cancelar un evento en el que llevaban trabajando desde hacía más de un año.
Al cierre de esta edición no se había tomado ninguna decisión. El tema de la velada debía girar en torno a los asuntos de política internacional pero con los últimos acontecimientos dos cosas parecían probables: que se hablaría de economía y que, de celebrarse, se batirían récords de audiencia.
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