Este artículo se publicó hace 15 años.
Cambio de cromos: ¿kosovares por afganos?
Para Obama, el de Kosovo es un conflicto cerrado. No es una prioridad. Cosa muy diferente es Afganistán
Luis Matías López
Seamos serios. La comprensión mostrada por Estados Unidos ante el anuncio español de retirar el contingente militar en Kosovo no es reflejo de la habilidad de Zapatero y su ministro Moratinos. A Obama le debe traer sin cuidado y menos si el proceso es gradual y coordinado con los aliados.
En Afganistán se libra con escaso éxito una guerra abiertaSi acaso, habrá tomado nota de un innecesario gesto de sumisión: las matizaciones se han presentado en Washington y no en Bruselas, sede de la OTAN. El mensaje es preocupante: importa más (tras los desencuentros de la era Bush) la relación bilateral que la multilateral. No es que haya dudas sobre quién manda, pero provincias del imperio deberían intentar cuando menos salvar la cara.
Zapatero cumplió su promesa de retirar las tropas de Irak en un gesto que le honra. Esa misión ni siquiera tenía cobertura jurídica. Sí la hay en Afganistán, pero eso no debería bastar para mantener allí a 778 soldados o elevar la cifra.
Llamazares lo llama "síndrome de compensación". Funcionó con Irak y podría funcionar ahora. Actúa así: una potencia media deseosa de reforzar su presencia internacional y de mantener buenas relaciones con Washington debe asumir ciertos sacrificios. Si se va de Kosovo, por motivos más o menos comprensibles de política interna, tiene que dar algo a cambio. ¿Y dónde mejor, para que Obama aprecie el gesto, que el avispero afgano?
Un conflicto cerradoLo malo es que las tropas españolas, en teórica misión de reconstrucción del país, son víctimas del progresivo deterioro del conflicto, con los talibanes beligerantes en el 70% del territorio, y apenas si pueden hacer otra cosa que intentar evitar que las maten.
Zapatero no debería olvidar el precio que pagó Aznar por la foto de las AzoresPara Obama, el de Kosovo es un conflicto cerrado. No es una prioridad. Cosa muy diferente es Afganistán. Allí con un doble frente que incluye a un Pakistán que se hunde en el caos se libra con escaso éxito una guerra abierta, como la de Irak, y la evolución de ambas marcará el éxito o el fracaso de su política exterior. Allí se la juega, y su enviado especial a la zona, Richard Holbrooke, muñidor de los acuerdos de Dayton que pusieron fin al conflicto de Bosnia, ya ha dejado claro que hacen falta más tropas y no sólo norteamericanas.
De ahí la presión sobre España, cuyos intereses nacionales no pasan precisamente por verse envuelta en una guerra a miles de kilómetros de distancia. ¿Será capaz de resistirse Zapatero o hará lo que Obama le pida con tal de establecer con él una improbable relación especial? No debería olvidar el precio que pagó Aznar por la foto de las Azores o por poner los pies sobre la mesa en el rancho de Bush. Y si se hace realidad el escenario más probable a corto plazo el envío de más guardias civiles para entrenar a la policía afgana tendría que prepararse para cuando le saquen los colores en el Congreso de los Diputados.
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