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Obituario Carlos Pérez de Rozas y su oficio: periodista

Fallece a los 71 años el miembro de la histórica saga de reporteros gráficos Pérez de Rozas. 

El periodista Carlos Pérez de Rozas

Tatxo Benet

Cuando los primeros ordenadores llegaron a la redacción de El Periódico, hacia el año 81 o el año 82, Carlos Pérez de Rozas eligió como contraseña para acceder a su datos la palabra CÍCERO. Muy probablemente, los periodistas menores de 60 o 65 años no sólo no saben lo que es (o era) un cícero, sino que probablemente nunca habrán escuchado esa palabra vinculada al mundo del periodismo.

El cícero, una unidad de medida tipográfica en la que se descomponía y medía una página de periódico, pertenece a una época del periodismo con la que acabaron los ordenadores. Como también acabaron con las redacciones ruidosas y gritonas. De alguna manera, acabaron con el periodismo entendido como un oficio, el oficio de hacer periódicos casi manualmente, artesanalmente. Carlos lo sabía.

Siempre fue un enorme adelantado en esto de hacer periódicos (y los hizo por todo el mundo). Pero justo en el instante en que él iba a ser el verdugo del oficio artesanal, como uno de los líderes de la informatización de la prensa, tuvo un destello de rebeldía expresado en una sola palabra: CÍCERO. A partir de entonces, cada día, al encender su ordenador, Carlos recordaría que ya no trabajaba en cíceros, pero al mismo tiempo se vería obligado a teclear la palabra y de esta manera recordar que, entre bytes y memorias, el periodismo no puede dejar de ser el oficio que siempre fue.

Carlos Pérez de Rozas fue un extraordinario profesional del periodismo, del periodismo entendido como el oficio de hacer periódicos. Pero hoy me gusta recordarle por su enorme sonrisa, su puro medio apagado, entrando en la redacción al grito de “¡tengo la foto fantástica para la portada!”, su risa contagiosa, su energía desbordante, su optimismo inalterable, su entusiasmo inquebrantable: “¡Mañana triunfamos con esta portada!”. Y sus maravillosos abrazos cada vez que nos encontrábamos. Nadie abrazaba como Carlos Pérez de Rozas. Abrazos sinceros de amistad. Els trobaré molt a faltar, amic i company!

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