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La carta robada

Trichet le ha explicado a Zapatero que el apoyo del BCE no es gratis

ERNESTO EKAIZER

Después del pleno extraordinario del pasado martes hay una pregunta inevitable: ¿Qué sabe Zapatero que nosotros no sabemos? Porque el viraje espectacular que ha dado sobre la inocua e instantánea reforma constitucional sobre el déficit fiscal delata que nuestro gran timonel ha visto la punta del iceberg y cree necesario hacer nuevos gestos para sortearlo.

¿Inocua? Dejemos hablar al promotor, es decir, al presidente del Gobierno: 'Todos sabemos que no va a arreglar ojalá el problema del empleo ni la crisis que tenemos, pero es una buena señal y es un buen camino'.

Portugal pidió el rescate antes de unas elecciones anticipadas

¿Es una buena señal? ¿Para quién? ¿Para los mercados? Alemania ha incumplido el tope de déficit y de endeudamiento de Maastricht, y finalmente consiguió su suspensión temporal. Y tras reformar su Constitución en 2009, ha vuelto a faltar a su propia regla interna en materia de déficit, incluyendo, sí, el ejercicio 2011. Y los mercados siguen apostando por el bund germano.

Entonces, ¿para quién es esa señal? ¿Para Angela Merkel y Nicholas Sarkozy, que en su carta a José Manuel Durao Barroso plantearon, hace diez días, la necesidad de que los países de la Eurozona introduzcan en sus constituciones la limitación del déficit fiscal en 2012?

Todo el plan de recapitalización para las cajas está ahora en el aire

El golpe de Zapatero mezcla dos ingredientes distintos. El primero, el cierto pánico de que la idea de 'que Dios nos pille convocados', electoralmente hablando, se vuelva realidad de aquí al 20 de noviembre. La metáfora no por obvia merece silenciarse: Dios es la crisis de la deuda, el rescate.

Es decir: el fantasma de Portugal. El entonces primer ministro socialista, José Sócrates, presenta su dimisión el 23 de marzo de 2011 y el presidente Anibal Cavaco Silva acepta su dimisión el 1 de abril. Las elecciones son convocadas para el 5 de junio. El 5 de abril, Sócrates, en funciones, tira la toalla y solicita el rescate financiero a la Unión Europea.

En la intervención de Zapatero ha varias referencias al mes de septiembre. Tenemos que llegar a septiembre, viene a decir, porque en esa fecha quedará aprobado el nuevo mecanismo de rescate financiero, lo que permitiría blindar más a España. Pero, al tiempo vaticina nuevas tensiones en el sector financiero. No dice algo crucial: todo el plan de recapitalización de las cajas de ahorro está ahora en el aire. Porque el dinero no caerá como lluvia de oro griega a manos de Danae, ni desde fuera de España ni desde el FROB.

En este ingrediente juega un papel estelar la carta misteriosa. Parece aquel cuento de Edgar Allan Poe La carta robada. Aquí Mariano Rajoy, cual detective Auguste Dupin, le pide a Zapatero que registre otra vez el Palacio de la Moncloa, para ver si la encuentra. Y Zapatero ha oído a Rajoy-Dupin, pero no le ha escuchado.

La carta a la que se refiere el líder del PP ha sido enviada por el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, a Zapatero antes de que la entidad iniciara sus compras de bonos de deuda pública italiana y española, tras su reunión del pasado jueves 7 de agosto. En esa carta, según fuentes con acceso a ella, Trichet le informa escuetamente a Zapatero de la decisión del BCE y sobre todo le deja claro que es una medida excepcional y transitoria.

Y que no saldrá gratis. Trichet discrepa de las previsiones económicas del Gobierno en 2011, alerta sobre el déficit de las comunidades autónomas y de la necesidad de controlarlo de una vez por todas.

Pero el capítulo más salvaje, si se quiere, es sobre todo, aquél en el que Trichet le urge a modificar rápidamente la negociación colectiva de los salarios, dando preeminencia a los convenios de empresa, y, también, a poner en marcha un contrato de empleo desregulado.

En fin, el segundo ingrediente es el perfil de jugador de Zapatero. Quizá igual que hizo con la fecha del 20-N para las elecciones generales, ha querido también arrebatar a Rajoy la bandera de la limitación constitucional del déficit.

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