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La caza sirvió de "refugio literario" a Miguel Delibes en sus "años negros"

EFE

Los años de sequía literaria de Miguel Delibes que siguieron al fallecimiento de su esposa, Ángeles, acaecido éste en noviembre de 1974, se amortiguaron en parte gracias a la caza, que supuso una especie de "refugio literario" para el escritor durante esos "años negros" comprendidos entre 1974 y 1978.

Durante ese periodo, los "únicos escritos que salieron de su pluma" fueron el discurso de ingreso en la Academia de la Lengua, que leyó en mayo de 1975, y el diario de caza "Las perdices del domingo", cuya publicación se demoró hasta 1981.

Así lo explica uno de sus siete hijos, Germán Delibes, catedrático de Prehistoria en la Universidad de Valladolid, en el prólogo al Volumen V de las "Obras Completas" que Destino emprendió en 2007, a razón de dos entregas anuales, y que este año engrosa también con el Volumen IV, introducido por Andrés Trapiello.

Más que una afición adquirida cuando de niño acompañaba a su padre y que culminó en 1998 -casualmente el año de su última novela "El hereje"-, la caza supuso para Miguel Delibes "una pasión" en ocasiones dentro del "límite de lo desordenado", y un lenitivo "en los años negros que siguieron a la muerte de Ángeles, su mujer y nuestra madre".

Germán, que durante cuatro décadas formó parte de la cuadrilla del novelista vallisoletano, recuerda también en su texto introductorio la reflexión que su padre realizó durante la lectura del discurso de entrega del Premio Cervantes, recogido en abril de 1994, y donde se quejaba de que sus personajes le habían birlado su propia vida, de que la habían vivido por él.

"Se me ocurre pensar, entonces, que lo de hacerles cazar no fuera más que un subterfugio para seguir, desde sus otros yo, practicando su afición favorita", explica su hijo, cuya condición de arqueólogo inspiró a Delibes la novela "El tesoro" (1985), a partir de un hecho real que recreó a través de la letra de molde.

El Volumen V, dedicado a "El cazador" agrupa ocho libros y dos trabajos menores sobre caza y pesca comprendidos entre "La caza de la perdiz roja" (1963) y "El fin de la perdiz roja silvestre" (1996), principalmente diarios construidos a partir de las metódicas anotaciones de las jornadas venatorias que el escritor realizaba en libretas que aún conserva.

Desde el primero hasta el último libro se observa la evolución de Delibes desde un "cazador a un preocupado ecologista", fruto del deterioro medioambiental, de la escasez de perdices, y de las viejas y nuevas enfermedades de las especies.

La actividad venatoria supuso para Miguel Delibes una "liberación de los condicionamientos" derivados de su actividad profesional, "hecho sin duda determinante para que el autor optara por definirse antes como un cazador que escribe que como un escritor que caza", anota Germán.

Por otra parte, l Volumen IV de las "Obras Completas", un proyecto dirigido por Ramón García Domínguez, reúne las últimas seis novelas que han salido de la pluma delibiana, redactadas entre los 61 y 78 años de edad.

Se trata de "Los santos inocentes" (1981), "Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso" (1983), "El tesoro" (1985), "377-A Madera de héroe" (1987), "Señora de rojo sobre fondo gris" (1991) y "El hereje" (1998) con la que hasta la fecha "se ha cerrado la carrera literaria de un escritor único", sostiene Andrés Trapiello.

"Desde luego se convirtió en ese escritor con que sueña todo editor" merced a su condición de autor "versátil, ameno y constante sin salirse de unos temas que acabaron por fidelizar a un público que crecía en la misma proporción que él lo creaba", añade Trapiello.

Para el prologuista, también escritor, la clave de la narrativa de Delibes reside en el empleo de una "lengua natural, con la difícil sencillez del agua pura, clara, sabrosa que no deja rastro, que sacia sin ostentación".

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