Este artículo se publicó hace 16 años.
Las cenizas de Saint Laurent ya son parte del paisaje de su "oasis" de Marraquech
Las cenizas de Yves Saint Laurent forman desde hoy parte del paisaje del "oasis" marroquí del modisto francés, su Jardín Majorelle en Marraquech, donde un grupo de amigos y colaboradores esparcieron sus restos entre bambúes y fuentes.
Su socio y compañero Pierre Bergé, con quien adquirió en 1980 este exuberante jardín, un verdadero paraíso en medio del bullicio de esta ciudad del centro del país y ya próxima al desierto, ejerció de anfitrión de unos pocos que dijeron adiós al maestro.
Fueron 130 personas las que asistieron a la primera parte de la ceremonia, que consistió en distribuir las cenizas del modisto por la parte privada del recinto, como contó posteriormente a la prensa el propio Bergé.
"Los colores, su inspiración, vienen de Marruecos y, sobre todo de Marraquech", dijo Bergé en una breve declaración a la prensa después de que el jardín, que recibe unos 650.000 visitantes al año, permaneciera cerrado durante varias horas para permitir la intimidad que solicitaron sus amigos para despedir al diseñador.
La segunda parte de la ceremonia fue el descubrimiento de una estela que, en la parte pública del jardín, recordará a los visitantes la personalidad y la obra de quien hizo posible conservar este pequeño parque.
Bergé contó cómo él y Saint Laurent descubrieron el lugar en 1969 y que, aunque su primera idea fue la de construir un hotel, luego cambiaron de opinión y decidieron proteger el jardín y recordar en él el espíritu del pintor Majorelle.
Durante el funeral en el que París despidió al diseñador la semana pasada, Bergé se refirió a la decisión del modisto de que sus cenizas acabaran en Marruecos, "un país que influyó y le marcó mucho. Terminará en el Magreb, donde nació", porque Saint Laurent había nacido en Argel hacía 71 años.
El terreno donde se alza el jardín fue elegido por el pintor galo Jacques Majorelle en una zona fuera de la ciudad y, desde 1924, se empeñó en convertir una zona árida, batida por el viento y con sólo unas cuantas palmeras, en un frondoso parque que ahora tiene más de trescientas especies diferentes.
Los sinuosos paseos bordeados de bambúes que conducen desde la entrada hasta el extremo del jardín público que separa a éste de la parte privada -donde está la Villa Oasis que habitaba el modisto- llevan hasta el antiguo taller del pintor, donde triunfa el azul cobalto.
Este color caracteriza al jardín, así como las decenas de ejemplares de cactus y otras plantas aquí aclimatadas y de las que cuidan permanentemente un equipo de jardineros bajo la dirección de la Asociación para la Salvaguarda y Difusión del Jardin Majorelle.
Es "uno de los jardines más misteriosos del siglo XX. Un lugar de una rara fuerza mística y expresión personal", tal como lo denomina la asociación que lo conserva y lo promociona.
El ahora ya conocido como azul Majorelle sólo está ausente del antiguo taller del pintor, el edificio construido en 1931 por el arquitecto Paul Sinoir y que se convirtió en sede de un museo de arte islámico después de que Saint Laurent y Bergé compraran la propiedad en 1980, 18 años después de la muerte del pintor Majorelle.
En cuatro hectáreas Majorelle, con Laurent y Bergé algunas décadas más tarde, lograron crear un ambiente que en realidad no es ajeno a Marraquech, a sus palacios y sus jardines, pero que sí contrasta ahora con el ruido y el tráfico del entorno.
Saint Laurent ya hacía dos años que no iba a su Villa Oasis y en el bar del otro paraíso de la ciudad, el hotel La Mamounia, también hacía tiempo que no le veían tomarse un martini, apacible, como hacía de vez en cuando para liberarse de la tensión de los desfiles.
El recuerdo del diseñador no se quedará sólo en la estela que en el jardín invita a guardarle en la memoria, puesto que está previsto, según dijeron a EFE fuentes de la asociación que cuida del Jardín, abrir próximamente al público la que fue su residencia y que redecoró el arquitecto estadounidense Bill Willis.
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