Este artículo se publicó hace 15 años.
Chirucas. Innovacióny tradición
Calzados Fal. Tiene 120 modelos en su catálogo y fabrica unos 450.000 pares al año, de los cuales destina un 25% a la exportación
Estamos en plena I Guerra Mundial. Un avión alemán, abatido por los franceses, cae en Tortellá (Girona). En el pueblo vive Lluís Fontfreda i Castanyer, un ingeniero textil, a quien se le ocurre aprovechar el fuselaje del avión como material para hacer unas útiles botas. La idea era sencilla: cubrir de caucho las suelas de cáñamo de las alpargatas (las espardenyes), para que, de esta manera, pudieran resistir los duros pasos pirenaicos. Unas botas a las que bautizó con el nombre de Chiruca, en homenaje a su esposa Mercedes, a la que llamaba de esa manera por el diminutivo de este nombre en el habla de Galicia, la tierra natal de ella.
Así fue el nacimiento de un tipo de calzado que, allá por los años sesenta y setenta del pasado siglo, habían utilizado, en algún momento de su vida, más del 80% de la población española.
La empresa apostó por la calidad frente a la competencia que venía de Asia
Mientras esto sucede, en Arnedo (La Rioja), una fábrica, Calzados Fal, comienza a producir botas de trabajo para los labradores de la comarca. Aunque la empresa comienza su actividad con tres socios, en 1970, Manuel Abad, padre de los actuales dueños, se hace con la propiedad total de la compañía, invierte en modernización de maquinaria y comienza a fabricar calzado deportivo. Ese mismo tipo de calzado blanco que arrinconaría a las viejas chirucas; la misma marca que, tras 15 años fuera del mercado, Calzados Fal adquiere sabiendo que compraba una marca que el español asociaba, y asocia, con un calzado resistente.
Inicialmente, Calzados Fal retoma el modelo chirucas sin introducir grandes cambios, ofreciendo un producto muy sencillo con suela de caucho, loneta y serraje. Suma las chirucas al catálogo de zapatillas deportivas que ya elaboraba. Pero a comienzos de los noventa ya no resulta rentable fabricar marcas blancas en España, ante la competencia del sudeste asiático.
Apuesta por la calidadLa compañía riojana dedica un 10% de las ventas al I+D
Así que Fal decide jugar una apuesta arriesgada: elaborará calzado de calidad para practicar deporte al aire libre. Poco antes, la empresa ya había dado un paso en esa dirección, al abrirse a la producción de equipamiento de seguridad para el trabajo.
A principios de la década de los noventa, Calzados Fal se da cuenta de que, si quieren sobrevivir y triunfar en el mercado, necesita conjugar dos verbos: innovar y exportar. En 1992, la empresa firma un acuerdo con la compañía propietaria de la membrana impermeable Gore-Tex, lo que les permite utilizar este elemento en la fabricación de sus calzados.
A esta iniciativa seguirán otras, como el desarrollo de un departamento de diseño, con especialistas españoles y extranjeros (sobre todo, italianos); la puesta en marcha de un laboratorio que hace de Calzados Fal la única empresa española capaz de fabricar caucho para su propio abastecimiento; o el montaje de un departamento de control de calidad. La empresa dedica un 10% de la facturación a I+D.
Desde mediados de los años noventa, y ya con Manuel y Carlos Abad, hijos del fundador, en la dirección de la empresa, Calzados Fal pasa de tener una residual presencia exportadora en el sur de Francia a asentarse en la mayoría de la UE y Rusia y en países como Taiwán, Emiratos Árabes, Sudáfrica o Japón.
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