Este artículo se publicó hace 15 años.
La CIA dijo al Congreso que usaba la tortura
La agencia habló sobre los interrogatorios en 40 reuniones
Isabel Piquer
La CIA no quiere cargar sola con el muerto de la tortura. La agencia ha hecho pública una lista detallada de las sesiones en las que informó a diversos miembros del Congreso de lo que entonces denominaba "técnicas perfeccionadas de interrogación", eufemismo que sirvió para ocultar el uso de la asfixia simulada (waterboarding) y otras prácticas utilizadas contra los principales sospechosos de terrorismo.
Entre los legisladores al corriente figuran la actual presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, el ex candidato presidencial John McCain, y el tremendamente asiduo John Rockefeller, senador demócrata que asistió a la casi totalidad de las 40 reuniones listadas en los documentos de la CIA, entre septiembre de 2002 y junio de 2008.
Los papeles cuentan cómo, al poco de cumplirse el primer aniversario del 11-S, Pelosi y otros tres congresistas, en su calidad de responsables del Comité de Inteligencia, fueron informados de los interrogatorios a los que había sido sometido Abu Zubaida, uno de los principales miembros de Al Qaeda capturado por Estados Unidos. Informes de la CIA recientemente desclasificados han confirmado que, por esas fechas, Zubaida ya había sido sometido en 83 ocasiones a la asfixia simulada.
Pelosi, que ha pedido una comisión de investigación sobre todo el asunto, asegura que no lo sabía. En un comunicado ha afirmado que si bien los responsables de la agencia hablaron de la "legalidad de esta práctica, nunca especificaron que se había utilizado".
Los papeles de la CIA detallan otra reunión, celebrada en febrero de 2003, en el que se detalla "en considerable detalle" cómo "se recurrió al waterboarding", usando las técnicas de un manual basado en las lecciones aprendidas en la guerra de Corea, originalmente destinado a cómo resistir la tortura. En otro encuentro al que asistió la representante demócrata Jane Harman, la CIA anunció su intención de destruir las cintas de sus sesiones de interrogación, que fueron definitivamente borradas dos años después, tras el escándalo de Abu Ghraib.
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