Este artículo se publicó hace 16 años.
Colombia y el mundo tienen razones para sentirse engañados por las FARC
El Gobierno de Colombia, así como la comunidad internacional, tienen y esgrimen razones para sentirse engañados, tras la frustración que supuso el aplazamiento de la anunciada liberación de tres secuestrados en manos de la guerrilla de las FARC.
La esperanza de que 2007 terminase con la entrega de esos tres cautivos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en "desagravio" al presidente venezolano, Hugo Chávez, se trocó en decepción al no producirse la ansiada liberación.
El presidente colombiano, Álvaro Uribe, acusó de mentir una vez más a la guerrilla, mientras que Chávez achacó la suspensión de la operación de entrega más a aquél que a las FARC, mientras los representantes de siete países garantes de la entrega regresaron desconcertados, a sus países.
A mediados de diciembre, las FARC anunciaron la liberación de Clara Rojas, ex candidata a la Vicepresidencia, secuestrada el 23 de febrero de 2002; de su hijo Emmanuel, concebido y nacido en cautiverio hace unos tres años y medio, y de la ex congresista Consuelo González de Perdomo, rehén desde el 10 de septiembre de 2001.
Esa decisión la habían tomado como "desagravio" a Chávez después de que Uribe le suspendiese el permiso de mediación que ejercía desde agosto para lograr el intercambio humanitario de 45 secuestrados "canjeables" en manos de las FARC por unos 500 guerrilleros presos.
El presidente venezolano solicitó garantías a Colombia para que facilitase el proceso de liberación, Uribe se las dio, la comisión internacional se presentó en Colombia y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) accedió a acompañar la misión humanitaria.
En los últimos días de 2007 se esperaba la liberación en cuanto las FARC facilitasen al Gobierno venezolano y al CICR las coordenadas del lugar donde entregarían a los secuestrados.
Coordenadas que no llegaron nunca porque, según informó la guerrilla el 31 de diciembre, había operaciones militares colombianas que impedían el traslado con seguridad de los secuestrados, algo que el Gobierno Colombiano negó además de acceder a crear un corredor de seguridad, como le pidió Chávez, para la operación.
Las últimas horas del año se caracterizaron por un aumento de la tensión, con Uribe reiterando que las FARC mentían una vez más, con Chávez acusando a éste de "dinamitar" la operación, con el regreso de la comisión internacional y con la frustración de la sociedad colombiana.
Pero además, Uribe avanzó la hipótesis de que las FARC no habían procedido a la liberación porque no tenían en su poder al niño Emmanuel, quien podría estar desde mediados de 2005 acogido en Bogotá en el Instituto de Bienestar Familiar, tras haber sido entregado por alguien que se identificó como José Crisanto Gómez y que afirmó que el menor era un "niño de las FARC".
Innegablemente la primera responsabilidad es de la guerrilla que los mantiene cautivos, y puede interpretarse, como hacen muchos analistas, que las FARC han engañado a Chávez y que, además, después de la resonancia internacional conseguida, también se ha burlado de todo el mundo.
Pero en Colombia también se preguntan por las razones que tuvo Uribe para adelantar la hipótesis, sin hablar con la familia de Clara Rojas y sin la certeza que podrían haber ofrecido antes a través de pruebas de ADN, sobre Emmanuel.
De confirmarse su identidad, parecería evidente que las FARC han engañado a todo el mundo, incluido el propio Chávez, pero si la hipótesis resulta negativa, pondría en duda la seriedad y la credibilidad del Gobierno colombiano en este asunto.
El hecho es que la liberación de dos mujeres y un niño, que había abierto un pequeño resquicio de esperanza de que fuese el inicio de un futuro de libertad para el resto de los secuestrados e incluso de un primer paso para negociar la paz, ha vuelto a frustrarse.
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