Este artículo se publicó hace 15 años.
Los comerciantes de Barcelona contratan grafiteros para evitar las pintadas indeseadas
Un paseo nocturno por la ciudad, cuando los establecimientos comerciales están cerrados, permite comprobar que cada vez son más las persianas que lucen elaborados dibujos realizados por grafiteros de renombre.
Esta eclosión de arte urbano se debe a razones prácticas, según ha explicado a Efe Kram, un grafitero de 25 años que hace diez que se dedica a la pintura con aerosol y que goza de cierta fama dentro de este mundillo.
"Los comerciantes han optado por contratarnos porque han comprobado que es la mejor manera de evitar que les llenen la persianas de pintadas no deseadas y de firmas", ha dicho.
"Además, de esta manera las tiendas se publicitan mientras están cerradas, porque la gente que pasa por delante ve el dibujo y sabe que esa persiana esconde una tienda de lavadoras, un bar, una galería o lo que sea", ha añadido otro grafitero barcelonés que firma como Owen.
Kram y Owen suelen trabajar juntos y cobran un mínimo de 350 euros por cada persiana. "Si comparas nuestros precios con un pintor 'normal' a quien le pides que te pinte la persiana de blanco, verás que nuestro precio está muy bien. Y eso que nosotros hacemos un trabajo de decoración artística", ha aclarado Kram.
Los aficionados al grafiti "no suelen pintar encima de una pared decorada con pintura de spray porque "saben que detrás de ese dibujo hay muchas horas de trabajo, y lo respetan".
En consecuencia, "el 50 por ciento de los comerciantes que contratan a un grafitero para que les pinte su persiana lo hacen porque saben que esa será la última vez que tendrán que pintarla", según Owen.
"El otro 50 por ciento lo hace porque le gusta el grafiti", ha añadido este artista de 28 años, que se dedica a este arte desde que era adolescente y que ha podido comprobar "como, poco a poco, la técnica del spray ha ido ganando prestigio en todos los ámbitos".
"No hace mucho, los propios artistas pensaban que el spray sólo servía para pitar coches, y con el tiempo se han ido dando cuenta de que es una técnica muy valiosa para grandes superficies", según Owen.
Los comerciantes y la sociedad en general también han ido valorando progresivamente el grafiti. "Las primeras persianas las hicimos gratis porque era impensable que alguien nos pudiera pagar. De hecho, el primer comerciante para el que trabajamos nos dio cuatro cacaolats a cambio de nuestro trabajo", ha recordado Owen.
Poco a poco, Kram y Owen se han ido profesionalizando y ahora tienen su propio negocio, pagan autónomos, emiten facturas y disponen de un local donde reciben a los clientes.
Kram, Owen y muchos otros grafiteros buscan ingresos pintando camisetas, paredes de aparcamientos, paredes interiores, diseñando logotipos, haciendo carteles..., pero "lo que más dinero da son las persianas", según Kram.
"Pero toda esta actividad no es auténtico grafiti, es decoración mural o ilustración -ha aclarado Owen-. El verdadero arte y lo que de verdad nos gusta es pintar paredes, cuanto más grandes mejor, y hacerlo con otros grafiteros, buscando colores juntos y jugando con las posibilidades del spray, como los difuminados".
También les gusta el "riesgo" de pintar paredes sin permiso, pero, según Owen, "con la edad te vas controlando y buscas paredes donde tengas permiso".
Aun así, el riesgo siempre está garantizado. "La última multa nos la pusieron por pintar una persiana que nos habían encargado. Los dueños del local estaban delante y, aun así, ¡la Guardia Urbana nos hizo pagar 375 euros a cada uno!. Increíble".
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