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La concubina que subió al trono

Tzu Hsi, que gobernó medio siglo, fue la última emperatriz de China

GUILLAUME FOURMONT

Mujer ambiciosa que dirigió los asuntos del Imperio chino antes de su caída, en 1912, Tzu Hsi rigió con mano de hierro la política de su país durante medio siglo. Su destino, asimilado con el final de la Dinastía Qing y el nacimiento de la República china, inspiró novelas policíacas, cómics, películas y numerosas biografías que no describen a la última emperatriz de la misma manera. Nada, sin embargo, indicaba que la vida de Tzu Hsi (o Cixi) se confundiera con la historia de su país.

Cuando etró por primera vez en la Ciudad Prohibida, Tzu Hsi aún se llamaba Lan Kueu (Pequeña Orquídea en mandarín). Nacida en el seno de una familia humilde y educada por su tía, Lan Kueu tenía 16 años cuando fue elegida concubina del emperador Xianfeng. Más de 60 jóvenes habían sido seleccionadas, aunque muy pocas pudieron acostarse en la cama del Hijo del Cielo. Corrían los años 1850 y Lan Kueu no era una de las favoritas, se le otorgó un estatuto de quinto rango, el más bajo.

Cuando llegó a la Ciudad Prohibida, no era una de las amantes favoritas

Poco se sabe de su juventud en el harén del emperador, aunque se considera que Lan Kueu usó de sus encantos, de su belleza, para convencer a los eunucos los empleados del Palacio Imperial para que se convirtiera en la favorita de Xianfeng. Éste no tenía un hijo y eso precisamente le prometió Lan Kueu: un heredero. Zaichun nació el 27 de abril de 1856, cuatro años antes de que el emperador muriese. Zaichun se convirtió en el emperador Tongzhi, aunque, menor de edad, no podía gobernar. La primera esposa de Xianfeng no tuvo hijos y, según la tradición, el poder recaía en manos de Lan Kueu, madre del nuevo emperador. Para todos los súbditos de la China imperial, ella era Tzu Hsi.

Cuando su hijo cumplió la mayoría de edad, la emperatriz instaló detrás del trono una tela lo suficientemente transparente como para ver todo lo que pasaba, pero sin que nadie la viera a ella. Tongzhi falleció en 1875 y, para seguir gobernando, la emperatriz rompió con la tradición y nombró a su sobrino, Guangxu, de tres años, heredero. Bajo la influencia de los japoneses, Guangxu estaba, sin embargo, decidido a gobernar y, cuando accedió al trono, inició una serie de reformas. Un plan que despertó la ira de Tzu Hsi, ya afectada por la pérdida de Hong Kong tras la II Guerra del Opio contra los británicos (1856-1860). Había que reforzar la monarquía, la emperatriz se alió con los militares para derrocar a Guangxu, encerrado en 1898 en el Palacio Imperial, de donde no salió hasta su muerte, diez años después.

Instaló detrás del trono una tela transparente para ver todo lo que pasaba

Tzu Hsi ejercía todos los poderes y no vio que los europeos eran cada vez más potentes en la zona. Cuando estalló en 1899 la Guerra de los Boxers, una secta xenófoba, la emperatriz respaldó en la sombra las matanzas de cristianos y de extranjeros. Los ejércitos británico y francés marcharon sobre Pekín y ocuparon la Ciudad Prohibida. Tzu Hsi huyó de la capital imperial disfrazada de campesina para que nadie la reconociera, aunque su afán de poder la obligó a firmar la paz conlos europeos.

Regresó en 1902, su poder estaba debilitado y ella apoyó reformas constitucionales. Cuando los republicanos chinos volvieron del exilio, dejaron claro que la monarquía debía desaparecer. Guangxu falleció el 14 de noviembre de 1908 y Tzu Hsi nombró a Pu Yi nuevo y último emperador. Ella falleció al día siguiente.

 

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