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Sin confianza en que se entreguen, los fuerzas chinas buscan a los agitadores en Tibet

EFE

Las fuerzas armadas chinas no confían en el resultado del ultimátum dado a los "agitadores" en Tíbet para que se entreguen antes de la medianoche del lunes y les busca casa por casa en Lhasa, una ciudad en aparente calma y en la que al menos 30 personas pueden haber muerto.

El alcalde de Lasha, Doje Cezhug, aseguró hoy que la ciudad "está en calma" y que "la situación general en el Tíbet es buena" tras los graves disturbios registrados el viernes.

Doje atribuyó esa violencia a "un grupo de monjes y quebrantadores de la ley que golpearon, destrozaron, saquearon e incendiaron escuelas, hospitales y comercios con el objetivo de perturbar la vida feliz y estable de los tibetanos".

Asimismo, desmintió que se haya impuesto la ley marcial y que no esté permitido salir a la calle, sobre todo a los extranjeros.

Según informó a Efe una fuente que pidió el anonimato, "el centro histórico de Lhasa sigue acordonado y circulan pocas personas con bolsas de objetos recuperados en los comercios destrozados".

La testigo declaró que se han oído disparos aislados, mientras es "vox populi" que los esfuerzos se concentran en practicar detenciones, con las calles controladas militarmente.

Aunque algunos habitantes se atreven a salir para cubrir sus necesidades, los extranjeros no pueden abandonar sus hoteles, dijo a Efe un residente.

Los escasos turistas que permanecían en Lasha fueron "ayudados" a salir de la ciudad, como es el caso de un español, que no quiso identificarse, llegado recientemente al Tíbet con deseos de aprender su lengua.

El español abandonó ayer Lasha con la ayuda de las autoridades en dirección a Nepal, cuya frontera con Tibet controlan las fuerzas del orden chinas para facilitar la huida de la población local.

El bloqueo informativo continuó hoy, sin posibilidad para la prensa extranjera de verificar las cifras oficiales ("10 civiles muertos y 12 policías gravemente heridos") y las del exilio tibetano, que ha confirmado al menos 30 muertos.

Según fuentes independientes, se han registrado protestas pacíficas en otras zonas próximas al Tíbet, como la provincia fronteriza de Gansú, donde cientos de monjes y civiles se manifestaron pacíficamente.

Mientras, las autoridades difunden hoy información medida: imágenes de monjes tirando piedras e incendiando tiendas y un comunicado del XI Panchen Lama "apoyando los esfuerzos del Partido Comunista de China (PCCh) y del Gobierno para asegurar la seguridad y la estabilidad".

Elegido por el PCCh como sucesor del Dalai Lama, Gyaincain Norbu, de 17 años, el "Buda viviente" educado por Pekín, apareció por última vez en febrero cuando hizo una donación a los damnificados por las fuertes nevadas en la provincia suroccidental de Guizhou.

El Panchem Lama es, además del sucesor, el segundo en rango tras el Dalai Lama (líder espiritual y político), según la jerarquía de la escuela budista Gelugpa.

Tras su exilio en la India en 1959 por la ocupación del Tíbet, el Dalai Lama escogió en 1995 al niño de 6 años, Gendun Choekyi Nyima, como el XI Panchem Lama, pero está en paradero desconocido y tal vez retenido por el Gobierno.

"Nos oponemos a toda acción de dividir el país que mine la unidad étnica. Condenamos los crímenes de un pequeño número de personas que daña vidas y propiedades", dijo hoy el Panchen Lama elegido por el PCCh.

La cadena CCTV difundió también la protesta de la Cámara China de Comerciantes en Rusia por "las acciones ilegales, organizadas, y premeditadas por 'la camarilla' del Dalai para destruir la estabilidad y solidaridad en Tíbet".

Durante la Asamblea Nacional Popular (ANP), a la que asistía el presidente Hu Jintao, Qiangba Puncog, gobernador del Tíbet, calificó las protestas de compló destinado al fracaso.

"Trataremos con dureza a esos criminales. Golpear, destrozar, saquear y quemar. Condenamos tajantemente ese comportamiento destinado al fracaso", dijo Qiangba.

Los disturbios del pasado viernes fueron el cenit de las protestas desarrolladas en Lhasa desde el lunes, cuando 500 monjes del monasterio de Deprung iniciaron unas manifestaciones para conmemorar pacíficamente el 49 aniversario de la rebelión de 1959 contra el dominio chino.

Estos hechos se han convertido en la primera gran crisis para un Pekín envuelto en los preparativos de los Juegos Olímpicos, con los que quiere presentarse como país unido y próspero.

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