Este artículo se publicó hace 14 años.
Creciente interés checo por Max Brod en medio de disputa por legado de Kafka
Max Brod, editor de la obra de Franz Kafka y custodio de su controvertido legado, está siendo objeto de un creciente interés en la República Checa, su país natal, donde destacadas obras suyas aún no han visto la luz.
Escritor judío de habla alemana, como Kafka, Max Brod (Praga 1884, Tel Aviv 1968) popularizó también la cultura checa mas allá de sus fronteras con sus traducciones y sus novelas históricas.
Además de judío creyente, aunque no ortodoxo, y de sionista convencido, fue un amante ferviente de lo germano, una cultura de la que nunca pudo desvincularse pese a la tragedia que supuso el ascenso al poder en Alemania del partido nazi, que propagó la superioridad de la raza aria, dijo a Efe el germanista Jiri Munzar.
Brod fue homenajeado esta semana en la sede de la Sociedad Franz Kafka, de Praga, donde estudiosos checos acercaron también al público episodios menos conocidos de su vida, como su estadía en Palestina y algunos trabajos publicados allí.
Entre ellos, Munzar glosó la novela "Der Meister" (El maestro, 1952), escrita poco después de la muerte de su hermano y de su mujer, Elsie, y en la que refleja su acercamiento al Cristianismo tras haber llegado a Tierra Santa.
"Sin religión no puede haber liberación social. (...) La dignidad sola no llega y sin devoción a Dios no se puede alcanzar nada", destacó de su obra Munzar.
"Brod no encontró a Jesús en la Europa cristiana, sino en la Palestina judía", apuntó también el germanista.
Brod ha sido recientemente acreedor de críticas inmisericordes del escritor checo Milan Kundera, también exiliado por razones de persecución ideológica durante el comunismo en Checoslovaquia.
Kundera culpó a Brod de alterar los textos de Kafka durante la publicación de algunos manuscritos, pero "esto no es cierto. Se trata sólo de cuestiones formales", afirmó Josef Cermak, gran conocedor del autor de "La Metamorfosis" y "El Proceso".
Brod "no era un editor profesional, y añadía párrafos. En una novela añadió 450 párrafos para preservar la estructura de diálogo directo", apostilló Cermak.
Muy a su pesar, Brod abandonó el 15 de abril de 1939 la capital checoslovaca de forma apresurada para huir de las tropas de Hitler, y se estableció en Tel Aviv, llevándose consigo numerosos manuscritos de novelas, borradores, dibujos y cartas originales de su amigo Kafka.
Tres años después contrató a Esther Hoffe para gestionar esos documentos, y tras su fallecimiento, hace dos años, siguen haciendo ahora esta tarea sus hijas, Ruth y Eva.
"El Estado de Israel quiere que (el legado de) Kafka sea Patrimonio Nacional y que regresen todos los manuscritos que están por el mundo, en archivos, en colecciones privadas. Será muy difícil, aunque se busca un camino legal, y se ha convertido en una cuestión mundial", declaró Cermak.
En cuanto al legado aún sin publicar de Kafka, "hay una cosa cierta y que no es conocida, ya que Brod la custodió. Se trata de su diario de juventud, en el que hay cosas íntimas que nunca permitió a nadie que las leyera", señaló Cermak.
"Continuamente se alimenta la esperanza de que hay cosas sin publicar en algún lugar", indicó el estudioso en alusión al diario personal de Kafka.
Otro de los manuscritos sin ver la luz y que ha espoleado el interés de los "kafkianos" ha sido la carta que el autor escribió en 1919 a su autoritario padre para reprocharle el estricto y distante trato que le deparaba.
Gustavo Monge
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