Este artículo se publicó hace 15 años.
Críticas a los excesos de las agencias de rating
Las calificadoras de riesgo, que contribuyeron a extender la crisis, aprovechan su poder para presionar a sus clientes // La banca española se siente un chivo expiatorio
Martes 13 de octubre. La agencia de calificación crediticia Moodys lanza su informe sobre las entidades financieras españolas con una dura acusación: sus cuentas públicas encubren la realidad de sus riesgos. Por supuesto, les baja el rating.
La indignación en los principales despachos del poder financiero es máxima: se sienten como el chivo expiatorio con el que las agencias quieren lavar su imagen después de sus fracasos en la crisis. Pero de esa indignación apenas trasciende un escueto comunicado de agencia, según el cual una fuente no identificada asegura que esa opinión es "demasiado catastrofista".
Tres agencias dominan el 95% del mercado de las calificaciones
Este es el último capítulo del soterrado malestar que está provocando la actuación de las agencias de calificación crediticia entre empresas y entidades públicas, aunque pocas se atreven a levantar la voz para denunciarlo.
¿Por qué tanta prudencia? "El poder de una agencia de rating es muy alto. En algunos casos, puede significar el fin de un negocio ante la imposibilidad de acceder al crédito", explica un ex empleado de una de las más grandes.
Efectivamente, tener un rating positivo es algo así como el salvoconducto imprescindible para que una empresa pueda pedir dinero en el mercado internacional. Una mala nota significa no conseguir financiación o pagarla mucho más cara.
Cancelar un contrato significa en muchos casos una rebaja de rating
Hasta la explosión de la crisis, el negocio funcionaba como la seda. "Sobraba el crédito y no había problemas. Desde las agencias, habíamos diseñado una especie de modelos de calificación tipo donde los clientes rellenaban la información requerida y prácticamente el rating salía solo", explica un antiguo empleado.
Las entidades financieras españolas, que lograron durante años financiación a buen precio gracias a las calificaciones que les otorgaban las agencias, vieron cómo el mecanismo se volvía contra ellos. Inversiones desastrosas en Lehman Brothers y en Merrill Lynch, por no decir en los fondos de la estafa piramidal de Bernard L. Madoff, se colaron en los productos de las entidades españolas gracias a sus inmejorables calificaciones.
Una idea empezó a germinar en las conversaciones de los ejecutivos de la banca, según fuentes financieras: había que dar un escarmiento. Evitar a las agencias no era factible. "Los inversores seguían pidiendo las calificaciones porque no existe otro mecanismo", añaden dichas fuentes.
Es difícil rebatir su decisión final porque se basa en opiniones no medibles
Aunque nadie quiera elevar lo ocurrido de la categoría de comentario informal, a finales de 2008 un grupo de entidades españolas rescindió su contrato con Standard & Poors y mantuvo el que tenía con las demás. Alguna de ellas vio cómo esa decisión le costaba una rebaja inmediata de su calificación cuando no hacía ni un trimestre que su rating había sido revisado. Los demás tomaron nota. Fuentes de un banco aseguran que, al ver lo ocurrido, decidieron hacer pública su decisión de dejar de utilizar los servicios de la agencia antes de informar a la propia agencia. Con esta táctica, la entidad evitó la rebaja del rating. "Lo teníamos que haber hecho así todos", comentan en un banco. Fuentes de Standard & Poors reconocen que antes del verano del presente año hubo un movimiento similar y una serie de entidades se dieron de baja, informa Ana Tudela.
Entidades y agencias firman en los contratos que al final de la relación habrá un rating de cierre, pero lo cierto es que hasta que ese "examen" no llega, no surgen los problemas. "El nivel de exigencia que tienen en ese momento con las entidades es mucho más elevado, siendo su rigor habitual ya muy alto", explica Miguel Ángel Moral, director general adjunto de Caixa Tarragona.
Desde las agencias, se justifican. "Ahora miramos variables que antes nadie consideraba importantes y somos más estrictos, ya que la situación lo requiere. Además, cuando alguien se quiere ir, es porque sabe que sus cuentas no están bien".
La banca española se planteó dar un escarmiento a las agencias
DiscrecionalidadEl principal problema es que es imposible saber por qué se bajan los rating. Sólo cuatro días después del informe de Moodys sobre la banca, su competidora Fitch calificaba positivamente al mismo sector. "Su cocina interna es como la fórmula de la Coca-Cola. Es difícil que el cliente controle todas las variables que analizan", explica César Cantalapiedra, de Analistas Financieros Internacionales.
Esa discrecionalidad (ellos lo llaman opinión de futuro) es la que genera problemas. "En el análisis de las cuentas, no hay problemas. Para que no los hubiera tampoco en la valoración de futuro, lo que deberían hacer es cuantificar cómo valoran todas esas variables: entorno, equipo directivo, etc.", pide Moral.
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