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Los críticos esperan a los Juegos de Invierno de Vancouver

Reuters

Chris Shaw no quería que los Juegos Olímpicos de Invierno fueran otorgados a Vancouver, pero a falta tan sólo de un mes para que comiencen, dice que ya está contento con un resultado que, probablemente, los organizadores no querían: una oposición unida.

Los Juegos se han convertido en un tema de discordia para varios grupos sociales, que han planeado este mes de febrero su propia "reunión" en la ciudad para protestar contra la codicia corporativa y la injusticia que, dicen, han pasado a representar el movimiento olímpico.

"Lo que ha surgido en Vancouver es bastante especial en el sentido de que hay una oposición anti olímpica de verdad", afirmó Shaw, miembro de la Red de Resistencia Olímpica, una coalición de grupos activistas.

Los opositores a la cita olímpica perdieron un referéndum sobre el tema en 2003, cuando la ciudad aún era aspirante a celebrarla, pero en vez de "enfurruñarse en sus sótanos", dijo Shaw, se siguieron organizando y se pusieron en contacto con grupos anti olímpicos de otros lugares.

Denuncian que el dinero gastado en los Juegos podría haberse gastado en resolver problemas sociales como la pobreza y la indigencia. También establecen acusaciones sobre que las pruebas se celebrarán en zonas que, en realidad, pertenecen a los nativos canadienses.

Por su parte, los organizadores creen que los pobres de la ciudad se verán beneficiados a través del desarrollo local y de otras oportunidades económicas derivadas, mientras que los grupos nativos apoyan la cita como co anfitriones.

Los Juegos Olímpicos de Invierno comienzan el 12 de febrero.

¿UN ACTO ANTI GLOBALIZACIÓN?

Sin embargo, los grupos opositores aseguran que sus quejas van más allá de los temas locales, y que esperan que los Juegos de la costa pacífica canadiense se conviertan en el centro de un movimiento antiglobalización revitalizado.

"Parte del auge del movimiento anti globalización es luchar contra los Juegos Olímpicos", afirmó Shaw, investigador médico de la Universidad de la Columbia Británica.

Geoff Meggs, asesor del Ayuntamiento y activista desde hace años en temas de comunidad y empleo, apoya la celebración de los Juegos y duda de que atraigan a más manifestantes de los que suelen protestar por asuntos locales.

"Desde luego, éste no fue el precedente de Turín", comentó citando unas conversaciones que mantuvo con los organizadores de los Juegos de Invierno de 2006 en la ciudad italiana.

Además, las personas descontentas tienen que luchar para hacerse oír en medio de la congregación de 5.000 deportistas y organizadores, 10.000 periodistas y miles de visitantes y voluntarios.

Es posible que los críticos hayan recibido algo de publicidad involuntaria de la policía, que ha señalado que podría haber protestas que se volviesen violentas como parte de sus motivos para el considerable presupuesto de seguridad de 900 millones de dólares canadienses (algo menos de 600 millones de euros).

Hasta ahora, las protestas han sido poco llamativas, alguna pequeña interrupción en el recorrido de la antorcha olímpica por Canadá, la mayoría de ellas relacionadas con las reclamaciones sobre los derechos de los nativos.

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