Este artículo se publicó hace 16 años.
La cumbre del G-20 marca el ascenso de los mercados emergentes
La cumbre del G-20 refleja el nuevo peso de los mercados emergentes en el mundo y supone un reconocimiento de que los países avanzados son incapaces de marcar el rumbo económico del planeta por sí solos, según los expertos.
La reunión, que tendrá lugar el viernes y el sábado, ha sido comparada con la conferencia de Bretton Woods de 1944, en la que las 44 naciones aliadas en la Segunda Guerra Mundial crearon el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
Ese encuentro fue en realidad un tango entre Estados Unidos y Reino Unido, que lo cocinaron todo.
Algo más de seis décadas después, en medio de otra crisis del sistema financiero, Washington y Londres no podrían hacer lo mismo.
De hecho, incluso el G-7, que agrupa a Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Italia, Francia, Alemania y Japón, ha resultado en los últimos años un club demasiado restringido para tratar los problemas económicos mundiales.
Francia y Estados Unidos acordaron convocar el G-20 para iniciar la reforma del entramado financiero mundial básicamente porque no hay ningún otro foro suficientemente pequeño que reúna a las principales naciones desarrolladas y en desarrollo.
"Crear un nuevo grupo habría sido una empresa diplomática enorme", dijo a la prensa Brad Setser, ex director de la oficina de política financiera del Departamento del Tesoro de EE.UU.
No obstante, el G-20 contiene "rarezas", como la presencia de Argentina y la ausencia de Suiza y España, según Sebastian Mallaby, un experto del Consejo de Relaciones Exteriores, un centro de estudios independiente.
Esos dos países europeos cuentan con bancos muy potentes, mientras que numerosos analistas en Washington dudan de las lecciones sobre gestión económica que pueda aportar Argentina.
España ha logrado apuntarse a la reunión gracias a que Francia le cedió una de las dos sillas que ocupa, como presidente de la Unión Europea y como miembro del G-20.
Además de los integrantes del G-7, componen el G-20 Argentina, Australia, Brasil, China, India, Indonesia, México, Rusia, Arabia Saudí, Suráfrica, Corea del Sur, Turquía y la presidencia de la Unión Europea.
El grupo, creado en 1999, carece de un secretariado y esta será la primera reunión de sus jefes de Estado.
Dan Price, asesor del presidente George W. Bush para asuntos económicos internacionales, dijo a la prensa que "la reunión de los líderes del G-20 no pronostica, de una forma o de otra, el futuro del G-7, el G-8, el G-8 más ocho, o cualquier otro grupo".
Sin embargo, Brasil ha aprovechado la ocasión para denunciar la falta de representatividad del G-7 y reclamar más peso para los países emergentes en los foros multilaterales, en particular en el FMI y el Banco Mundial.
El ministro brasileño de Hacienda, Guido Mantega, se ha quejado de que el G-7 ha invitado a Brasil y a otros países de desarrollo grandes "a tomar café" en algunas cumbres, pero no les permite quedarse cuando comienza el debate de peso.
Este es el momento propicio para hacer esas reclamaciones. Con los países avanzados con un crecimiento nulo o en recesión, la economía del planeta sigue en movimiento gracias exclusivamente a las naciones en desarrollo.
Los países ricos tampoco pueden argüir que cuentan con mayor capacidad para encauzar la economía, dado que la actual crisis germinó en Estados Unidos y se contagió rápidamente a Europa.
En realidad, las naciones avanzadas necesitan ahora a sus vecinos pobres por una razón práctica: Algunos países en desarrollo atesoran extraordinarias reservas de divisas que pueden ser necesarias para enfrentar la crisis.
"El FMI va a requerir más dinero. Si China no está sentada a la mesa, no se pueden obtener sus recursos", explicó a Efe Desmond Lachman, un ex alto funcionario de esa entidad.
Ese país asiático cuenta con una hucha de casi dos billones de dólares, gracias a su gran éxito como exportador.
Además, la capacidad de Estados Unidos para financiar su déficit, que podría alcanzar el billón de dólares en el actual año fiscal, depende de la disposición de China a comprar sus bonos.
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