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El Dalí "más humano" visita París gracias a su colaborador y amigo Sabater

EFE

Acuarelas, dibujos, retratos, esculturas e instantáneas de la vida íntima de Salvador Dalí componen la colección que el pintor surrealista dejó como legado al que fue su amigo y secretario personal durante doce años, Enrique Sabater, y que ahora se exponen en París.

En lo alto de la colina del pintoresco barrio de Montmartre, el museo dedicado al artista acoge desde mañana y hasta el 10 de mayo la exposición "Firmado: Dalí", un recorrido por los recuerdos de Sabater, la única persona que compartió mesa de forma cotidiana con el pintor y su esposa Gala, que los acompañó en sus viajes.

Periodista y amante del arte, un joven Sabater acudió en verano de 1968 a entrevistar a Dalí a su taller de Port Lligat, en la Costa Brava española, según se cuenta al visitante en la exposición.

Tras una conversación que más que una reunión profesional parecía, en palabras del ex secretario, "un reencuentro entre dos viejos amigos que no se ven desde hace años", el artista le exigió con toda seriedad 15.000 dólares, "la tarifa habitual por conceder una entrevista".

Y aunque el dinero nunca llegó, algo debió de cautivar al pintor, que pidió al reportero que volviera al día siguiente y siguió haciéndolo durante los cuatro años venideros, periodo en el que Dalí le explicó "todo lo que debía saber", hasta convertirle en su hombre de confianza.

En total, doce años de relación que Sabater definió hoy, en declaraciones a Efe, como "el tiempo más intenso" de su vida.

La complicidad que se creó entre los dos hombres fue tal que este colaborador no sólo acompañaba a Dalí en todos sus viajes y visitaba su casa a diario, sino que obtuvo "carta blanca" para desarrollar su afición por la fotografía retratando al artista y a su esposa y musa, Gala, en momentos de intimidad, que también pueden verse en esta muestra.

Su relación privilegiada le permitió acceder a una faceta poco conocida del pintor, la que surgía cuando los focos se apagaban, las cámaras de marchaban y Dalí podía quitarse su famosa túnica blanca, "el traje de hacer entrevistas", como él lo denominaba.

Dalí era una "fuente de inspiración continua", afirmó Sabater, en un tono que denota el agradecimiento y respeto que profesa al "maestro".

La gran cantidad de dibujos, bocetos y libros firmados y dedicados a este colaborador presentes en la exposición muestran que el sentimiento de aprecio era mutuo.

Con esta muestra, además, Sabater pretende mostrar al público la "generosidad" del artista, que le dejó también obras no expuestas de "inmenso valor", y defenderle contra el anagrama que el también surrealista André Breton acuñó para ironizar sobre su avidez por el dinero, "Avida Dollars".

El espacio Dalí en París recoge durante tres meses una mezcla ecléctica en la que se puede encontrar desde el famoso teléfono langosta al sofá con forma de labios de Mae West pasando por un retrato a lápiz del escritor Josep Pla.

Junto a ellos, cartas, libros e incluso documentos profusamente "decorados" por el artista, que no se contentaba con firmar, sino que habitualmente añadía alguna de sus famosos dibujos, desde un Don Quijote hasta un perfil del "Gran Masturbador".

"Sigo haciendo exposiciones de Salvador Dalí según lo que él me enseñó, sigo siendo su alumno", admitió.

A la espera de la retrospectiva que prepara el Centro Pompidou para este otoño, la actual muestra, que llevaba dos años expuesta en el museo dedicado al artista en Cadaquès (España), puede servir de aperitivo.

No obstante, frente a lo que será un recorrido por la obra completa del artista, esta colección, que se asemeja más a un álbum de recuerdos familiares que a una exposición al uso, no pretende ser exhaustiva.

Antes bien, con ella Sabater se queda en el lado íntimo y reivindica al Dalí "más humano", al artista que se quitaba el gel de su famoso bigote y, por unos momentos, dejaba de lado sus provocaciones y extravagancias.

Andrea Olea

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