La madurez llegó sin sobresaltos. Porque a la selección de 2001, la de la transición entre los veteranos que se colgaron la plata en París (1999) y la primera hornada de los junior de oro (Pau, Navarro, Garbajosa, Felipe Reyes y Raúl López), ya no le alteraba ni siquiera que Nowitzki anotara 47 puntos en el partido contra el bronce.

Aquel día en Estambul, a los niños se les puso cara de hombres. Pau Gasol (31 puntos) y Navarro (27) comprendieron cuál sería su rol desde entonces. Porque, de hecho, en el único Europeo (2005) sin el todavía único Gasol en la selección, España se quedó sin tocar medalla. Fue precisamente ante el rival de este jueves, Francia. En esta década, la que se inició con una carambola (la victoria de Francia ante Eslovenia sorprendió a los jugadores españoles en el hotel cuando terminaban de hacer las maletas de vuelta a España) en Francia y continúa entre la tristeza industrial de Katowice, España nunca ha eludido su responsabilidad. La pelea por las medallas se ha sucedido de forma natural entre países que han perdido protagonismo (Italia, principalmente) y otras selecciones (las del antiguo bloque soviético y yugoslavo) que ya se han asentado como equipos con identidad propia.

Entre ese continuo fluir de jugadores, la selección no ha parado de enriquecerse. En 2003, Calderón sustituyó a Nacho Rodríguez como el ideólogo de un grupo que ya tenía interiorizadas las rutinas del grupo de chavales que ganaron el oro mundial junior en Lisboa en 1999. Aquella plata, en Estocolmo, se celebró con ese ritual de brazos y guiños de camaradería que se multiplicaron ante la desolación de fallo de Pau Gasol en la final de 2007 en Madrid. Esa plata, después de un partido rácano de Rusia, como las otras cinco que aparecen en el palmarés de España, se ha convertido en el techo en el Europeo. Un pedigrí al que sólo le falta el oro, después de una década prodigiosa: tres platas y un bronce.