Público
Público

Democracia o insumisión fiscal

Yago Álvarez | @EconoCabreado
Autor del blog El economista cabreado

Siempre he creído que debemos pagar impuestos. El ingreso fiscal es el sustento de nuestro estado de bienestar, financia nuestros colegios, hospitales, carreteras, etc. Y por lo tanto comprendo su necesidad. No soy de los que señalan con el dedo a su vecino fontanero que hace trabajillos sin factura, como si fuera el causante de mi ruina, ya que el  71% del fraude fiscal en nuestro país es cometido por las grandes riquezas y empresas, en datos de GESTHA, el sindicato de inspectores de Hacienda.

Pero por la parte que me toca intento cumplir con mis obligaciones fiscales, e incluso mi actitud  y compromiso ante este asunto va más allá y no gasto mi dinero en empresas que poseen filiales en paraísos fiscales o cuyos dueños o accionistas poseen SICAVs para  evitar pagar impuestos por simple avaricia, algo que personalmente recomiendo hacer a todos. Por ejemplo, si descubro que una conocida marca de ropa española desvía parte de sus beneficios a su filian en Suiza pues no vuelvo a comprar en sus tiendas.

Pero los continuos recortes en materia social, la casi eliminación de la ayuda a cooperación,  el proceso de privatización y expolio de todo lo público, las ayudas a la banca, los numerosos e impunes casos de corrupción, así como la disminución de efectivos en la persecución del fraude fiscal y el aumento de impuestos regresivos que afectan a las clases de menor renta, como el caso del IVA, hacen pensar si realmente nuestros impuestos son gestionados en nuestro beneficio o en el de las élites financieras y políticas. De igual modo nos obliga a replantearnos si pagar nuestros impuestos o encarar otras opciones. Una de esas alternativas es la insumisión fiscal. Esta práctica no es nueva en nuestro país, se lleva dando desde los tiempos de la repulsa al servicio militar obligatorio. Los insumisos, además de oponerse a realizar la mili, se negaban a pagar los impuestos que el Estado gastaba en militarismo de cualquier tipo.

Muchas personas y colectivos, como la Oficina de Desobediencia Económica, llevan años practicando este método. No se trata de no pagar impuestos sino de rechazar la parte proporcional que el Estado gastará en partidas con las que tú no estás de acuerdo. La Oficina de Desobediencia Económica calculó unos porcentajes pertenecientes a las partidas con las que no está conforme, basándose en los presupuestos del Estado de 2012, representados en la siguiente tabla:


 

El insumiso fiscal no es un evasor de impuestos. El insumiso fiscal en un contribuyente que, en un acto de protesta, empoderamiento y resistencia, deriva los recursos hacia proyectos autogestionados que atiendan las necesidades de la población, como los bancos de alimentos, por poner un ejemplo. ¿Y cómo lo hace? Rechazando la cantidad que figura en el borrador, calculando el porcentaje con el que no está de acuerdo y descontando dicho porcentaje antes de realizar el pago.

La insumisión fiscal se convierte así en una poderosa arma de autofinanciación ciudadana para cientos de proyectos, a los cuales el Gobierno ha dado la espalda o incluso criminalizado, como en el caso de la Plataforma de Afectados de la Hipoteca. Finalmente el objetor entrega junto a su declaración una carta dirigida al Ministerio de Hacienda explicando sus motivos de objeción fiscal y adjunta el justificante del ingreso realizado al proyecto elegido.

Puede que el método no se ajuste matemáticamente a la realidad, los gastos militares o de la monarquía escondidos en otras partidas cambiarían mucho esos porcentajes y el impago de la deuda sería otro tema a debatir, pero lo que sí deja bien claro esta acción es la disconformidad hacía la gestión gubernamental.

Otra opción, que bien puede ser complementaria a la anterior, la que evitaría esa amarga sensación de no ser dueño de tus impuestos ni de las riquezas de tu país, sería formar parte de las decisiones de nuestro Gobierno. Ser preguntados, tener voz, elegir, discutir, priorizar y ser dueños de nuestro destino, de nuestro dinero y  de sus efectos. En una sola palabra: Democracia.

Tenemos, como pueblo, el derecho y la obligación de formar parte de esas decisiones, de intentar comprender el funcionamiento de lo que nos rodea e involucrarnos en ello. Nos encontramos en un punto en el que el opaco sistema y la deficiente democracia en la que vivimos ha permitido que pequeñas élites decidan por nosotros y contra nosotros. En nuestras manos está cambiarlo.

Debemos ser políticos, ciudadanos como se entendía en la antigua Grecia. Auditores del gasto y de la deuda, perseguidores de la corrupción y del expolio. Tendremos que ser concejales, alcaldes, ministros, vecinos, asamblearios, acudir a plenos, preguntar, protestar, recoger firmas, movilizarse, formar lobbys ciudadanos que presionen a esos gobernantes para que sea la voluntad del pueblo la que se cumpla.

Estamos obligados a tomar las riendas de nuestro futuro, e insisto, que somos nosotros quienes tenemos que luchar por ellas ya que los actuales dueños se encuentran en una posición cómoda y no las van a soltar. Solo la lucha diaria hacia la democracia, sea mediante tu voto, impuestos, en las plazas o con proyectos autogestionados, nos llevará a la recuperación, o toma, del poder y nos hará dueños de nuestro futuro.

Para terminar os dejo varios links para que podías seguir buceando en las diferentes alternativas y propuestas. Os recomiendo el manual de Desobediencia Económica de la Oficina de desobediencia económica. La Plataforma de la Auditoria Ciudadana de la Deuda, además de exigir el no pago de la deuda ilegítima, también se invita (y ayuda en lo posible) a tomar parte de la política de tu ayuntamiento formando un grupo de auditoria ciudadana en tu localidad. Otra opción es el 'Transarme' del colectivo antimilitarista Utopía Contagiosa el cual proponen un plan para convertir ese gasto militar en gasto social.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias