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El depuesto líder de Kirguistán, culpado por la violencia étnica

Reuters

Por Dmitry Solovyov y Olga Dzyubenko

El enviado de Estados Unidos a Asia Central visitó Kirguistán el sábado después de que el Departamento de Estado estadounidense sugiriera que el presidente kirguís depuesto podría ser responsable del brote de violencia étnica de la semana pasada.

Estados Unidos y Rusia, ambos con bases militares aéreas en el estratégico país musulmán, están preocupados de que si continúan los disturbios se puedan extender a otras partes del centro de Asia, una región de antiguas repúblicas soviéticas al norte de Afganistán.

El secretario de Estado adjunto Robert Blake se encontraba en Kirguistán para reunirse con sus dirigentes provisionales y visitar el sur del país, escenario de los disturbios.

El Gobierno dice que hasta 2.000 uzbekos y kirguisos podrían haber muerto en los disturbios de la semana pasada. La ONU dice que un millón de personas se han visto afectadas.

En unas declaraciones publicadas en la página web del Departamento de Estado, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijo que Kurmanbek Bakiyev, el presidente de Kirguistán que fue derrocado en una revuelta en abril, podría ser el responsable.

"Ciertamente la marcha del presidente Bakiyev hace unos siete meses dejó atrás a quienes aún le son leales y se oponen al Gobierno provisional", afirmó. "Ha habido acusaciones de instigación que deben tomarse en serio".

Bakiyev, un kirguís ahora exiliado en la también antigua república soviética de Bielorrusia, ha negado cualquier participación en los hechos. Uzbecos y kirguisos se han atribuido la violencia. Los uzbecos dicen que los ataques fueron dirigidos por bandas de jóvenes kirguisos y han acusado a las tropas del Gobierno kirguís de ayudar a civiles armados.

La presidenta provisional, Roza Otunbayeva, quien asumió el cargo después del levantamiento de abril, ha tenido dificultades para reafirmar su control en el sur, donde los barrios uzbecos han erigido barricadas contra los kirguisos en un tenso 'impasse'.

Otunbayeva dijo que partidarios de Bakiyev, que buscan vengarse por su derrocamiento en abril, intentan desestabilizar Kirguistán de cara al referendo que han convocado las nuevas autoridades para el 27 de junio sobre una nueva Constitución.

"Creo que podremos evitar cualquier brote futuro", dijo a Reuters antes de reunirse con Blake. "Que Dios no ayude a seguir así".

BARRICADAS, DISTURBIOS

La violencia ha provocado una ola de refugiados, y cerca de 400.000 personas, la mayoría mujeres y niños, están en campamentos atestados a ambos lados de la frontera entre Kirguistán y Uzbekistán, muchos sin acceso a agua potable, alimentos ni medicinas.

Blake visitó los campamentos en el lado uzbeko el viernes y describió la situación como una crisis humanitaria. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU dijo que va a repartir 150 toneladas de alimentos.

"Las necesidades más urgentes son comida, agua, refugios y medicinas", dijo Christian Cardon, portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja. "La gente se está refugiando sobre todo en mezquitas, granjas, pueblos y también edificios administrativos vaciados durante la violencia".

La presencia de barricadas de los uzbecos se suma a las tensiones entre ambas comunidades y retrasa la entrega de la ayuda humanitaria que se ha llevado a la región desde Estados Unidos, Rusia y otros países.

Habitantes de la devastada ciudad de Osh dijeron que soldados del Gobierno se han unido a las bandas armadas durante los disturbios, y los grupos de defensa de los derechos humanos han pedido una investigación internacional.

"Amnistía Internacional insta al Gobierno provisional (kirguís) a reaccionar inmediatamente a las acusaciones de colusión de las fuerzas de seguridad y enviar una clara señal de que cualquier violación a los derechos humanos será juzgada", dijo la ONG en un comunicado.

En Kirguistán, una unión de clanes y tribus, la partida de Bakiyev provocó una encarnizada lucha por el control del dinero, en un país que se encuentra en una importante ruta del narcotráfico procedente de Afganistán.

Históricamente ha existido una fuerte rivalidad entre uzbecos, tradicionalmente más ricos, y kirguisos, pero muchos observadores dicen que los partidarios de Bakiyev que permanecieron en el país están aprovechando los disturbios para recuperar el mando.

El presidente uzbeco, Islam Karimov, habló el viernes con Clinton por teléfono y también acusó a elementos "exteriores" por los disturbios.

"Ni los uzbecos ni los kirguisos son culpables de esto", dijo Karimov, según fue citado por la agencia oficial de noticias Uza. "Estas acciones problemáticas fueron organizadas y administrados desde el exterior", agregó.

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