Este artículo se publicó hace 15 años.
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El problema de presentar una exposición basada en un festival de acciones es que al público le da por tocarlo todo: péndulos que emiten sonidos, ruletas de teléfonos que generan música... Un visitante se dejó llevar por la fiebre de la interacción y se adentró, ayer, en el laberinto Lanas, del ex Zaj Juan Hidalgo, liando las madejas. De poco valió el cartel que rogaba: Por favor, no tocar. La anécdota puso la guinda a la presentación de la exposición Encuentros de Pamplona 72. Fin de fiesta del arte experimental, cuya máxima dificultad es, precisamente, trasladar al público un evento basado en acciones que dejó muy poca obra. Más de 350 artistas llevaron sus creaciones a Pamplona del 26 de junio al 3 de julio de 1972; entre otros, John Cage, Valcárcel Medina, el colectivo Zaj y el grupo Alea.
La pelota vasca de José Antonio Sistiaga da la bienvenida al espectador en una sala de transición. Aunque no haya metáfora en sus imágenes, uno no puede dejar de pensar que esos golpes son en realidad contra el control oligarca de las calles y por la libertad artística sin condiciones. El frontón de Sistiaga funciona como un prefacio que desliza al espectador a un caos formado por piezas reconstruidas, recortes de crónicas de prensa, documentales, grabaciones de poesía fonética y música electrónica, películas anticine y muchas fotografías. Es la apuesta del comisario José Díaz Cuyás para explicar "el festival internacional de vanguardia más importante de la segunda mitad del siglo XX en España".
La primera sala es un homenaje a los mecenas de estos Encuentros, la familia Huarte. Fotografías de las madrileñas torres blancas de Saénz de Oíza, tras cuya construcción estaban los Huarte, esculturas de Oteiza y lienzos de Miralles ejemplifican la inclinación del grupo empresarial por las artes.
Hijos de la fortunaLa prueba de que los Encuentros fueron una carambola está en la segunda sala, con la exhibición de un programa mecanografiado en el que algunos nombres de artistas aparecen tachados y otros añadidos a mano. "La comparación de estos Encuentros con cualquier otro festival experimental celebrado en Alemania en la misma época no tiene razón de ser, porque Pamplona fue producto de la casualidad y del azar. Hicimos lo que pudimos con lo que tuvimos", explicó Luis de Pablo, músico del binomio experimental Alea y organizador del festival. Con estas palabras, De Pablo deslegitimó la parte de la exposición que alinea los Encuentros con Documenta 5 de Kassel con un filme y fotografías que retratan a un joven Antoni Muntadas y el festival de Spoleto. "Más que un concierto fue un desconcierto", apuntaló José Miguel de Prada Poole.
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