Este artículo se publicó hace 15 años.
El diálogo resuelve el 90% de las agresiones a padres
La mediación en la familia logra atajar la violencia de los hijos contra sus progenitores. Causas superficiales pueden desencadenar las crisis. El fenómeno afecta a todas las clases sociales
Hasta aquí hemos llegado. No podemos más. Vamos al juez. Lo último que llevó a Carmen y Agustín nombres ficticios a tomar esta decisión fue un hecho ocurrido en el salón de su casa: su hijo, Sebas, les tiró una plancha ardiendo con tanta fuerza que atravesó una puerta. Antes hubo destrozo de muebles, insultos y otra larga lista de agresiones. El juez intervino y sancionó al menor, de 15 años, con una orden de alejamiento.
En el 40% de los casos como éste que llegan a la asociación de mediación Amefa, muchos derivados de los juzgados y la mayoría protagonizados por niños de 14 y 15 años de clase media alta, se han producido agresiones de hijos a padres. El 90% de todos ellos incluidos aquellos en los que no existe violencia física se resuelve satisfactoriamente.
La familia de Sebas, de clase media-alta, vive en un barrio acomodado de Sevilla. Sus padres no atravesaban entonces por ninguna crisis sentimental. Todo, aparentemente, marchaba bien. El joven, incluso, participaba amistosa y totalmente integrado en los grupos de confirmación de su parroquia. ¿Qué falló entonces? ¿Cuál es el origen del maltrato de los menores hacia sus padres, cuya incidencia se ha incrementado de manera preocupante, según un informe de la Fiscalía presentado esta semana?
Sin problemas profundosEn el caso de Sebas, las agresiones estallaron cuando sus padres le obligaron a llevar el móvil encendido si salía solo. "No estamos hablando de un chico que vive en el Polígono Sur barrio sevillano con innumerables problemas de exclusión social ni de familias desestructuradas; detrás de estas agresiones no hay un problema profundo, simplemente el incumplimiento de algunas normas básicas de convivencia o, a veces, una mala respuesta", explica Juan Diego Mata, coordinador de mediación de la asociación Amefa.
Sebas fue derivado a la asociación después de que el juez impusiera una orden de alejamiento que, como ocurre casi siempre con los menores, no se aplica finalmente por la inviabilidad de la medida. "El juez toma decisiones, como el alejamiento o el internamiento, pero no resuelve la situación. De eso precisamente se encarga la mediación, de solucionar", añade Mata.
Tras múltiples sesiones individuales y colectivas, Sebas y sus padres llegaron a un acuerdo: siempre que saliera, llevaría el móvil encendido. "Si yo entiendo a mi padre" o "Claro, pero si yo también tuve su edad" son las frases más repetidas cuando el problema está resuelto. Hasta llegar ahí, los mediadores tienen que identificar primero el problema y deconstruir toda esa realidad para llegar al fondo del asunto.
"Obligamos a las partes a que se escuchen, que los intereses de unos y otros se encuentren de algún modo y ponemos sobre la mesa todas las opciones posibles, incluida la de que el chico se vaya de casa, para que ellos mismos, tras estudiarlas, las descarten", cuentan en Amefa.
Tras el incremento de estos casos recogido en la memoria de la Fiscalía de 2008, el Defensor del Menor andaluz, José Chamizo, también ha abogado por la mediación como la mejor herramienta para prevenir. "Nosotros no somos árbitros, gestionamos un conflicto poniendo un límite temporal para que no se enquiste el problema", matiza Mata.
HiperactividadEl informe de la Fiscalía vuelve a abrir interrogantes sobre las posibles soluciones a un fenómeno, el de la violencia de menores, de difícil comprensión. El pediatra experto en psicología infantil José Gálvez explica que cuando un niño problemático llega a su consulta lo primero que hay que hacer es "un estudio global para averiguar si tiene algún tipo de trastorno, siendo los más frecuentes el déficit de atención y la hiperactividad".
Aun así, "no se puede predecir este tipo de comportamientos porque un niño problemático puede evolucionar en muchas direcciones", añade. "Lo que sí se puede hacer", opina Gálvez, "es prevenir instaurando una serie de normas inamovibles desde pequeños".
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