Este artículo se publicó hace 16 años.
Los diputados se rebelan contra la etiqueta de vagos
El presidente del Congreso, José Bono, en la diana de las críticas por alimentar la polémica con sus reproches a los parlamentarios
Pocas cosas han provocado un consenso semejante en la legislatura. Cuando, hace unas semanas, un goteo de fotos con el Pleno del Congreso vacío empezó a llenar los medios, la indignación se extendió entre los diputados. Un mensaje yacía implícito: nuestros políticos son unos vagos.
Como respuesta, una frase se repite a un lado y otro del arco parlamentario: “Que no estén en el escaño no quiere decir que no estén trabajando”. Para demostrarlo, los grupos sacan a relucir sus números. En total, más de 45.000 iniciativas han sido registradas en los siete meses de legislatura.
Resulta complicado, sin embargo, que la respuesta consiga el mismo eco que las acusaciones. “El gran problema es que cuando no hay polémica nadie explica nuestro trabajo. Una vez que surge, sólo interesa la foto, no los argumentos”, explica Ramón Jáuregui, secretario general del grupo Socialista. Se confiesa, además, cansado de la polémica: “No podemos actuar siguiendo un alarmismo carente de fundamento. Yo no puedo culpar a mis diputados de que un 40% de la población no tenga ningún interés en la política. Hay que evitar una autoflagelación excesiva”.
Por una vez, los conservadores suscriben el mensaje del PSOE. No se puede estar siempre en el Pleno, explica José Luis Ayllón, secretario general del Grupo Parlamentario Popular. Alega razones operativas: “Los diputados aprovechan mejor el tiempo en sus despachos, pero eso no quiere decir que no estén pendientes del pleno”. Un dato avala sus argumentos: solo unos minutos después de que las fotos fueran tomadas, 346 diputados participaban en la votación de los Presupuestos.
Durante la sesión, buena parte de los diputados presencian la sesión a través de un circuito de televisión. El correo, las reuniones o el teléfono les reclaman insistentemente. Pocos son los que pueden permanecer en su asiento las 11 horas diarias que dura un pleno de Presupuestos. “Y no sería responsable. Mal fíese del diputado que permanece todas las horas en su escaño”, avisa Jordi Xuclá, de CiU. “Ningún argumento sirve. Al final es la imagen del pleno vacío la que llega a la calle”, se queja.
Otros, como el conservador Cristóbal Montoro, dan por perdida la batalla. Consideran que las circunstancias favorecen ese tipo de informaciones. “En tiempos de crisis la gente es más sensible”, apunta.
El tema vende y la polémica se alimenta. Los fotógrafos, conscientes de que les pedirían las fotos, aprovechaban los minutos previos a la sesión para conseguir retratar las bancadas lo más desiertas posibles.
Cuando el tema se agotaba, los medios recibieron un nuevo empujón. El propio presidente del Congreso abroncó a los diputados: “La opinión de los presentes es más importante que la de los ausentes”. La noticia saltó, inmediatamente, a la televisión y la radio dañando cada vez más la imagen de la Cámara. En los pasillos, los parlamentarios criticaban abiertamente a José Bono. “Él es el último que debería alimentar ese debate pasado y demagógico. Mejor sería que se encargara de hacer pedagogía”, reclama Joan Ridao, portavoz de ERC en la Cámara. Ridao encuentra apoyo en Gaspar Llamazares. “Es más fácil regañar a los diputados como a unos niños que implicarse en la reforma de un sistema que no está funcionado”, suscribe el portavoz de IU en el Congreso. Críticas parecidas se repiten en todos los grupos.
Salvando las diferencias, muchos diputados también resaltan que es necesario cuidar los mensajes que se lanzan al exterior. “Más aún cuando sabemos que no es la primera vez que pasa” explica el diputado de CiU Jordi Jané. Aunque suscribe los argumentos de sus compañeros, es partidario de mantener “una presencia suficiente” en el hemiciclo. “El problema es que los grupos pequeños no tenemos capacidad para ello”, reconoce.
Muchos de los diputados asimilan este debate con el que se produce en torno a los sueldo de los políticos. Con unos niveles inferiores al resto de países europeos, sin embargo, buena parte de la población cree que sus salarios son excesivos. El nuevo frente indigna especialmente a Gaspar Llamazares. “Los políticos cobran aproximadamente el doble del salario medio español. En las empresas, esos niveles se elevan entre 17 y 50 veces más. En cambio, a los políticos se les denigra mientras que los empresarios siguen siendo modelos sociales”, recuerda.
El veterano diputado del PNV Emilio Olabarria remite a las dictaduras: “No hay nada más barato que un sistema fascista, de partido único y sin división de poderes. Son pocos los políticos a los que hay que pagar y llenan las Cortes todos los días. Cuando no se toman decisiones no es necesario ni trabajar ni estar en contacto con la sociedad”.
Rosa Díez, trata de abrir un nuevo debate. Según la diputada de UPyD, “los vacíos del hemiciclo no son un problema, sino un síntoma”. La diputada se queja de que los debates parlamentarios han perdido interés. Cuando las iniciativas llegan al hemiciclo están negociadas y publicadas. “Nadie cambia el sentido de su voto por lo que se oiga en la Cámara. La disciplina de los partidos lo impide”, se queja. El resultado es un debate vacío en el que nadie intenta convencer a nadie, sólo exponer sus posiciones. Un parlamento en el que “lo que menos se hace es parlamentar”.
No es la única que lo destaca. También Gaspar Llamazares reconoce que el sistema necesita cambios. “Tal y como funciona, ahora, para un debate sólo es necesario que estén presentes quien defiende la enmienda, quien la rechaza y quienes fijan posición”, enumera. Con menos de diez, basta.
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