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"El dolor hay que vivirlo y exponerlo"

Lluis Homar interpreta al alter ego de Pedro Almodóvar en la película que el propio director manchego ha calificado como 'una declaración de amor al cine'

ISABEL REPISO

Lluis Homar interpreta al alter ego de Pedro Almodóvar en la película que el propio director manchego ha calificado como 'una declaración de amor al cine' .

Su último trabajo con Almodóvar tras La mala educación (2004) le ha dejado una huella tan profunda que es incapaz de hablar de su personaje en tercera del singular.

Mateo es el epicentro del deseo, pero a diferencia del Tazio de Thomas Mann, es también quien observa y quien crea. ¿Cómo integró estos dos componentes en su personaje?

Son dos entidades que acaban siendo una. Convivo con esas dos personalidades: una es el director de cine, Mateo Blanco, un hombre de éxito; y Harry Caine, que es el guionista. Por circunstancias, de repente conozco a la mujer más maravillosa y el amor llega a ser casi más importante que el trabajo, cosa que en nuestro mundo a veces es difícil.

Quizá una de las críticas más inmediatas sea la falta de datos para saber de dónde surge el amor entre Mateo y Lena

Bueno, hay un encuentro fortuito, yo busco una actriz y de repente aparece ella. Más que nuestra historia particular, que nos enamoramos, lo que a Pedro le interesa es el tiempo robado, cómo no hay espacio para ellos y tienen que hacer una película que es una comedia cuando ellos están viviendo una tragedia.

Ernesto Martel encarna el poder, del que Lena es más consciente que Mateo.

Sí, porque ella vive los dos lados. Tiene toda la información y hay toda una parte que me la oculta. Yo me tengo que fiar.

Su personaje se niega a escribir un guión porque la historia 'es demasiado personal'. Sin embargo, esta es una declaración personalísima de Almodóvar al cine. ¿Qué saca en claro de su visión?

Pedro quiere contar esa cosa tan bonita y maravillosa que es hacer películas y, detrás de eso, que la vida tiene muchos recovecos, dificultades y claroscuros.

En este sentido, Almódovar plantea la capacidad de catarsis del cine. Como a Mateo ¿tu profesión te ayuda a reordenar las experiencias vividas?

Reconocer las cosas en uno mismo siempre sirve. Yo hago terapia y hacerlo es reconocerte, decir 'yo soy celoso' o 'puedo ser vengativo'. Y ese tipo de cosas es material del que uno dispone. Es como el pintor; tú puedes sacar colores de ti pero luego la obra tiene que estar más allá. Y en eso sí que veo a Pedro. Aquí hay muchas cosas que tienen que ver con él pero le da a eso una dimensión más allá de lo personal. Él no es ciego pero se ha tirado un año tumbado en la cama en la oscuridad con sus dolores de cabeza, fabulando historias. Está contando en realidad cómo es esta interrelación entre la vida y el arte.

En la película también está presente la revisión de la obra. ¿Para su personaje volver a montar Chicas y maletas es reconciliarse consigo mismo?

Yo me reencuentro conmigo por un acto de amor hacia Diego. Empiezo a abrir ese cajón y empiezo a contarle mi historia. A veces podemos reencontrarnos a nosotros mismos si somos capaces de salir de nosotros mismos. Y a raíz de ese acto de generosidad acepto quien soy ahora: ciego y con una pérdida muy dolorosa. Pero en la vida no podemos almacenar el dolor, hay que vivirlo y exponerlo.

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