Este artículo se publicó hace 15 años.
Dormir en un faro, cara a cara con el mar
Conciliar el sueño al arrullo de las olas es posible en algunas torres que vigilaban el litoral español
Parece imposible despojar al farero de su imagen romántica y aventurera, aunque la administración se empeñe en llamar a los pocos que quedan "técnicos mecánicos de señales marítimas". La vida en un faro, austera y solitaria, ha sido hasta ahora fuente de inspiración de poetas y pintores. Ahora, el turismo también acude a la perfecta estampa del faro junto al mar para promocionar rutas, museos, restaurantes y hoteles instalados en sus antiguas dependencias.
En la Costa da Morte, descriptivo nombre con el que se conoce al litoral más despiadado de España, los faros y sus fareros han sido durante siglos intermediarios casi espirituales entre los marineros y el mar. Dormir allí, con el potente arrullo de las olas, tras ver atardecer en "el fin del mundo" resulta tan poético como los versos de Luis Cernuda, cuando imaginaba ser "luz serena y anhelo desbocado" o "un diamante que gira advirtiendo a los hombres". El hotel O Semaforo, junto al faro Finisterre, pone la bravura del océano a disposición de sus huéspedes.
Las antiguas instalaciones de vigilancia marítima han sido recicladas en establecimientos turísticosUna vez aquí, es imprescindible la visita a la Torre de Hércules recorriendo los 100 kilómetros de costa indomable que lo separan de Finisterre, pasando por los faros de Muxía, Laxe o Roncudo. Como casi todos los lugares de Galicia, este faro romano, el más antiguo en activo del mundo, es fuente de fantásticos relatos. Según la mitología, la torre es en realidad el déspota gigante Gerión, enterrado y coronado con una antorcha tras ser derrotado por Hércules. Su prodigiosa realidad histórica y arquitectónica es igual de apasionante, pues el interior conserva la original construcción romana, del siglo I, y desde entonces, con apenas interrupciones, ha sido fuente de luz para el mar. Por eso ha entrado recientemente en la lista de monumentos Patrimonio de La Humanidad.
Con vistas al horizonteSin salir de la provincia de A Coruña, hacia el norte, se puede dormir en El Semáforo de Bares, una antigua base de la marina española. Las vistas desde este rincón de la península de Estaca de Bares son una elocuente descripción de lo que significa dominar el horizonte.
Desde Finisterre hacia el sur, el destino "farero" se hace más delicioso. El restaurante Faro de Punta Caballo, ubicado en las antiguas dependencias del faro, en el norte de la Illa de Arousa, no sólo ofrece una amplia panorámica de la ría y la isla de Sálvora al fondo; también pone sobre la mesa toda la exuberancia de las aguas gallegas.
Un faro, con el mar de fondo, es un elemento pictórico irresistible para muchos artistas. El pintor Eduardo Sanz muestra sus cuadros en el Faro de Cabo Mayor, que preside la entrada a la Bahía de Santander. En este museo se expone no sólo la obra del pintor, sino también algunos objetos curiosos que están relacionados con El Faro, como conocen cariñosamente los santanderinos a esta torre vigía de más de 200 años.
La estampa que ofrecen los faros del mar Mediterráneo es mucho más bucólica y ensoñadora. En Llafranc, en plena Costa Brava, el pequeño hotelito El Far, situado a pocos metros del faro de San Sebastián, traslada al visitante a un luminoso cuadro.
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