
Hace sólo dos meses, Estados Unidos iba camino de una progresiva recuperación, mientras Europa, en plena crisis griega, parecía el gigante de pies de barro. En pocas semanas, la percepción ha cambiado. Los índices económicos estadounidenses han mostrado un panorama mucho más frágil. La nueva realidad y la proximidad de las elecciones legislativas han azuzado el debate sobre la efectividad de los incentivos públicos promovidos por el Gobierno de Barack Obama, a costa de un déficit colosal, y la oportunidad de implantar nuevas medidas.
Lo decía hace poco el jefe de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, en el Congreso: el futuro económico de EEUU es 'inusitadamente incierto', una frase que aquel día generó pánico en la bolsa. 'Es una forma amable de decir que nadie sabe con certeza si se trata de un bache estructural o circunstancial. Si los índices reflejan una desaceleración momentánea o si nos enfrentamos a problemas más graves', explica Jack Elly, economista de la Universidad de Nueva York.
Hace sólo dos meses, el panorama parecía mucho más despejado
Las cifras están ahí. A mediados de julio, la Fed rebajó sus previsiones de crecimiento para este año a una franja de entre el 3% y el 3,5%, frente al 3,2%-3,7% estimado en abril. El Conference Board, instituto privado que intenta prever la marcha de la economía a seis meses vista, anunció recientemente 'una desaceleración del crecimiento para el fin del otoño'. En el segundo trimestre, el PIB creció un 2,4%, menos de lo esperado, e inferior al 3,7% del primer trimestre.
Según la Casa Blanca, el déficit presupuestario alcanzará este año los 1,47 billones de dólares, por encima de los 1,40 de 2009. Los nuevos datos, subrayó el Gobierno, advierten que la economía 'afronta fuertes vientos en contra', debido a factores como la falta de recuperación en el mercado inmobiliario y la escasa concesión de créditos.
En otoño, el PIB podría decelerarse, como pasó en el segundo trimestre
En un contexto de profundo enfrentamiento político es difícil tener una conversación matizada sobre las causas de esta pausa. Pero el debate gira en torno a una pregunta: ¿Los 862.000 millones de dólares que se ha gastado Obama en rescatar la economía han tenido un impacto duradero o sólo han servido para evitar momentáneamente el abismo? ¿Y, si sirvieron en su momento, pueden o deben repetirse?
'Las políticas que consiguieron cambiar esta situación no fueron precisamente bonitas, pero sí acertadas', dice Martin Neil Baily, analista económico del Instituto Brookings. 'No han logrado restaurar el pleno empleo pero nos han sacado de un colapso económico aterrador. El paro, el mercado inmobiliario frágil y un mercado bursátil volátil han vuelto al Gobierno impopular. Es una pena que el electorado no quiera reconocer lo conseguido hasta ahora. Debería'.
Los republicanos y el mundo empresarial critican el imparable déficit. Aseguran que las políticas keynesianas están desfasadas y que el efecto multiplicador del que tanto ha hablado una de las principales consejeras económicas de Obama, Christina Romer (cada dólar público invertido crea el equivalente a dólar y medio en demanda privada) es falso.
'Hay miedo a ser un país en declive', dice un analista conservador
El debate es meramente teórico porque nadie sabe qué hubiera ocurrido con una política distinta de estímulo (o sin estímulos). Irónicamente, los conservadores se apoyan ahora en los recortes europeos y en las recientes palabras del presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet: 'Las economías que se embarcan en políticas de austeridad que dan credibilidad a sus políticas fiscales consolidan la confianza y el crecimiento'.
El Gobierno estadounidense está mucho más involucrado de lo que parece en la economía a través de otra vía: las hipotecas. Para evitar el desplome inmobiliario, Washington rescató de la quiebra dos entidades semiestatales, Freddie Mac y Fanny Mae, que garantizaban la mitad de las hipotecas. A través de una política agresiva de incentivo al préstamo inmobiliario, el Gobierno posee ahora 1,25 billones (con b) de dólares en títulos respaldados por hipotecas. Y como las ayudas terminaron el pasado marzo, el mercado se ha vuelto a estancar. Las quiebras inmobiliarias siguen a buen ritmo, unas 300.000 al mes, y de momento el Gobierno no tiene perspectivas de deshacerse de estos activos. Ayer, el ex presidente de la Fed Alan Greenspan advirtió de que, si los precios de la vivienda vuelven a caer, llegará una 'segunda recesión'.
La situación ha creado un profundo pesimismo. Como ha resumido el columnista conservador David Brooks en The New York Times, no son el paro o la situación económica los que preocupan a la gente. 'Lo que realmente da miedo es que estamos desperdiciando nuestra riqueza. Los estadounidenses tiene miedo de ser una nación en declive'.
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