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Entregados los cuerpos de 12 fusilados en Teruel

El general Pizarro, abuelo del diputado del PP, ejecutó la matanza

 

RAMIRO VAREA

Los cuerpos de 12 republicanos fusilados por la Guardia Civil en 1947 y enterrados en una fosa común en la sierra de Gúdar (Teruel) reposan desde ayer en paz.

La Asociación Pozos de Caudé, que se encarga de recuperar la memoria de los desaparecidos durante la Guerra Civil y la dictadura en la provincia de Teruel, entregó ayer en la pequeña localidad de Aliaga los restos de estas víctimas a sus familiares.

En un homenaje celebrado en el Ayuntamiento, los descendientes de estos represaliados también recibieron un informe forense, en el que se detalla todo el proceso de identificación de los cadáveres, que ha resultado largo y laborioso debido al mal estado que presentaban los cuerpos.

'Hemos perdonado, porque no queda otro remedio, pero es algo que no se puede olvidar porque sería un acto de bajeza y de cobardía. Forma parte de nuestra historia y, por muy dura que sea, no se puede perder en la memoria', explicó Isidro Guía, quien fue alcalde del PSOE en Andorra (Teruel) durante 20 años y senador en dos legislaturas.

Fue él quien, después de una búsqueda que duró 55 años, localizó la fosa de Gúdar donde se hallaban enterrados cuatro familiares suyos. Gracias a su tesón y a una investigación paciente y constante que comenzó en 1947, cuando aún era adolescente, fue posible encontrar el lugar donde la Guardia Civil asesinó a 12 vecinos de la zona, acusados de colaborar con los guerrilleros antifranquistas, también llamados maquis.

Este sangriento episodio está documentado por numerosos historiadores y expertos en el tema.

El 28 de septiembre de 1947, un grupo de guardias civiles al mando del general Manuel Pizarro Cenjor (abuelo del diputado del PP y ex presidente de Endesa Manuel Pizarro) encarceló, torturó y fusiló a 24 hombres acusados de ayudar a los maquis.

Primero fueron trasladados a la casa cuartel de Alcalá de la Selva, donde fueron torturados y vejados. Después, ya malheridos, los dividieron en dos grupos: la mitad fueron enviados a Mora de Rubielos y la otra mitad a Gúdar. Todos ellos, excepto uno que logró escapar, fueron asesinados y rematados con un tiro de gracia.

Los guardias colgaron los cadáveres en un pinar para asustar a la población

Una vez muertos, los guardias los colgaron en un pinar para asustar a la población. Fueron enterrados en dos fosas comunes en medio del monte. Once cadáveres permanecen aún hoy en la fosa de Mora de Rubielos. La otra tumba, en Gúdar, fue descubierta por Isidro Guía en 2002. Junto a los esqueletos se encontraron casquillos y balas de pequeño calibre. Fue en 2006 cuando se procedió a exhumar los cadáveres que ayer recibieron sepultura.

'Fue todo por venganza', recuerda el presidente de la Asociación Pozos de Caudé, Francisco Sánchez. Pocos días antes de la matanza, una partida de los maquis ocupó Gúdar, donde mataron a ocho personas, entre ellos tres niños, para vengar la muerte de la mujer de un guerrillero.

La respuesta de la Guardia Civil y el Ejército fue inmediata y terrible: por cada víctima de los maquis serían asesinadas tres personas. 'Detuvieron a 24 hombres bajo la acusación formal de colaborar con la guerrilla, pero no pudieron demostrar nada.

El único objetivo de las autoridades franquistas era aterrorizar a la población y darles a entender lo que les podía ocurrir si ayudaban a la gente del monte', relata Sánchez. No hubo juicio, ni consejo de guerra ni ningún otro tipo de proceso penal. 'Les tocó a ellos por el simple hecho de ser militantes de izquierdas y defensores de la causa republicana. Sin más', cuenta un familiar. La mayoría de los muertos eran mineros, pero también había maestros, practicantes o masoveros.

Han pasado 62 años desde que se cometió aquel crimen. El silencio se impuso en los pueblos y, aún hoy, son muchos quienes prefieren ni oír hablar de aquel suceso. Los amigos y familiares de las víctimas se acostumbraron a vivir con el miedo sobre ellos. Tanto, que muchos emigraron a las ciudades por temor a posibles represalias. Mientras, los verdugos y los delatores de los fusilados gozaron de una impunidad total.

 


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