Este artículo se publicó hace 15 años.
Una escritora contra el Muro
La escritora rumana logra el premio Nobel de Literatura a una trayectoria valiente marcada por los 30 años que vivió bajo una dictadura la dictadura de Ceaucescu
"El lenguaje no existe. No tengo ninguna confianza en el lenguaje. El lenguaje surge a través del texto, del intento de disolver mis vivencias y recomponerlas de una forma completamente distinta. Sólo así surge la posibilidad de acercarse a la realidad". Pocas horas después de que la Academia sueca le concediera el Nobel de Literatura, Herta Müller (Rumanía, 1953) describió así el aliento de su literatura.
Müller "dibuja paisajes del sentimiento apátrida a través de la concentración de poesía y la objetividad de la prosa", dijo el secretario de la Academia, Peter Englund, al dar a conocer el nombre de la ganadora. Nacida en el seno de una familia alemana de Rumanía y berlinesa de adopción desde 1987, la escritora no salía de su asombro: "No es que no me lo esperara, es que sigo sin creérmelo", afirmó.
"Sigo escribiendo contra el enemigo", dijo Müller sobre la dictadura
La autora recibe el galardón, dotado con 970.000 euros, poco después de la publicación de una novela que el diario Frankfurter Allgemeine calificó este verano de "obra maestra". Atemschaukel, título de difícil traducción que combina el tic-tac del reloj de la casa paterna con la idea de respiración, aborda en 64 capítulos cortos los horrores de la represión soviética, especialmente el hambre y la miseria en los campos de Stalin. Se trata de una autobiografía ficticia de Leopold Auberg, un alemán de Rumanía que el 15 de enero de 1945, cuando tenía 17 años, fue deportado al campo ucranio de Novo-Gorlovka.
Müller aborda un capítulo histórico que fue tabú durante muchos años. Rumanía estuvo del lado del Eje hasta agosto de 1944, que se pasó al bando aliado. Para los alemanes de Rumanía, varias decenas de miles de suabos instalados desde hacía siglos en Sibiu y sajones en Cluj, este cambio de bando supuso la deportación de 80.000 personas a los campos del GULAG, por orden directa de Stalin.
La plana mayor de la política alemana destacó ayer el simbolismo de este Nobel a una mujer que escribe sobre la experiencia de la dictadura a pocas semanas del vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín. La canciller Angela Merkel destacó de Müller una "experiencia de vida que habla de dictadura, opresión y miedo, pero también de un valor increíble".
La última Nobel de Literatura "es una excepción en la literatura alemana"
"No sé si el premio tiene que ver con que se cumplan 20 años del fin del régimen comunista. Pero todo lo que he escrito tiene que ver con que tuve que vivir treinta años bajo una dictadura", dijo. Pero Müller no se deja encasillar así como así en la estela de Solzhenitsyn. "Hay gente que dice que después del hundimiento de una dictadura ya no puede escribir más porque el enemigo ha desaparecido, pero no es mi caso. Si vuelvo a escribir un libro, tendrá que ver con mis inquietudes más íntimas", explicó.
El escritor alemán Friedrich Christian Delius fue el primero en describir paralelismos entre Müller y el mexicano Juan Rulfo, ya a mediados de los ochenta, cuando la novela En tierras bajas se publicó en la editorial Rotbuch Verlag de Berlín Oeste (aquí Siruela, en 2007) después de una versión censurada en la Rumanía de Ceaucescu.
"Los paralelismos se adivinan en el estilo, un lenguaje que deja mucho sin decir, que vive de lo dicho entre líneas. Y también en el contenido, con la descripción del infierno de la vida rural, por decirlo de una manera un poco burda. La vida solitaria de esos vecinos que se acechan para dominarse unos a otros. Penetra en el sueño a través de imágenes arcaicas de las que surge la fantasía.", explicó ayer Delius a este diario. "La vida bajo una dictadura agudiza la mirada y la percepción, y en eso la consideré siempre una gran maestra", añadió.
"No es una prosa realista, sino lírica, casi surrealista", dice su editora
Siempre mucha líricaNicole Bary, traductora y editora de Müller en Francia, discrepa de Delius. "Lo que yo conozco de Juan Rulfo es mucho más realista de lo que escribe Herta Müller. La Iglesia, por ejemplo, juega por supuesto un papel importante en esos pueblos rumanos de población alemana, pero eso tiene que ver más con las necesidades de organización de un pueblo pequeño que con el catolicismo. Pero, ciertamente, el lenguaje de Rulfo es seco, ése sería para mí el único paralelismo", explicó la traductora a Público.
Bary llevaba una librería alemana en París cuando invitó a Müller en 1985. El verano anterior, la escritora había ganado el Premio Ingeborg Bachmann en Austria y no consiguió el visado para viajar a Klagenfurt a recibirlo. Su editorial alemana, Rotbuch Verlag, consiguió traerla a Berlín Oeste en febrero de 1985. Y de ahí, a París. "Cioran, que no sabía alemán, se entusiasmó con la traducción", cuenta Bary. "Gracias a él, Müller tiene un cierto renombre en Francia, a pesar de que sólo se han traducido tres libros en este país. Francia es un terreno muy difícil para la literatura en alemán", admite.
La última Nobel de Literatura "es una excepción en la literatura alemana contemporánea", considera la editora, quien destaca sus frases cortas y secas y su lenguaje rico en imágenes: "No es una prosa realista, sino lírica, casi surrealista. Pero la fuerza de su lenguaje tira de espaldas".
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