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Los escritores perdonan a Google

Más de 5.000 autores españoles su suman al acuerdo por el que el buscador podrá comercializar las obras que había digitalizado sin su permiso

PAULA CORROTO

Los autores españoles han otorgado el perdón digital a Google. Según los datos del Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO), más de 5.000 autores se han sumado ya al Acuerdo Google negociado entre autores y editores norteamericanos y la empresa que permitirá que aquellos titulares de derechos (autores y editores) a los que Goo-gle haya digitalizado alguna de sus obras sin permiso, reciban 60 dólares de indemnización por libro digitalizado. Asimismo, con este convenio, Google podrá empezar a comercializar esta obra digitalizada. De los beneficios que obtenga, un 63% será para los titulares de derechos editorial y autor y un 37%, para la empresa. Los autores tienen hasta el 5 de mayo para salirse de este acuerdo.

Por este motivo, aparte de ese perdón digital, el acuerdo, que tendrá que ser ratificado el próximo 11 de junio por un juez de Nueva York y que sólo tendrá validez en la Red estadounidense, ha servido para crear un debate en torno a la comercialización de los libros en Internet que, como aclara gráficamente la escritora superventas Julia Navarro (La biblia de barro), 'aquí está bastante en mantillas'.

¿Se aceptaría una fórmula como la que ha desarrollado Google para España? De hecho, es posible que las negociaciones con editores y autores comiencen pronto, puesto que, según el mánager de Google Search Spain, Luis Collado, 'queremos que el acuerdo sea internacional'.

La respuesta es confusa porque la sensación general entre los autores es la del desconocimiento total. La mayoría de los escritores consultados por Público está a favor del acuerdo alcanzado, por aquello de que nadie debe coger obras sin permiso.

Reconocen que, al ser el pionero, es el más aceptable, pero se sabe poco más al respecto. Hasta ahora, en nuestro país hay tímidos intentos. El más parecido es el de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, con la diferencia de que es un fondo de libros de consulta y con acuerdos de descarga libre con los titulares de derechos.

'Es bueno que Google haya pedido perdón y que haya propuesto esta fórmula porque, como aún no sabemos nada, está bien para ir aprendiendo', afirma la madrileña Julia Navarro. Esta escritora está a favor de la comercialización en la Red, 'pero hay que hacerlo bien para que ésta no se convierta en un top manta y que nuestro trabajo no salga gratis'.

Este último es el gancho más importante que la empresa de Internet ha lanzado a los autores. Como expone José María Merino, último premio Salambó por La glorieta de los fugitivos, 'una cosa es que yo decida hacer lo que me dé la gana con mis cuentos o poemas y otra que otros me los cojan para lucrarse. En ese caso, yo también quiero mi parte y ese 63% me parece bien'.

Ahora bien, en este último dato, el escritor Andrés Sorel, otro de los firmantes del acuerdo, introduce un matiz con respecto a la propuesta de la empresa de Internet y su posible utilización en España, ya que 'aquí todavía estamos en la prehistoria'.

Así, para él es evidente que en Internet los derechos de autor deberían ser más altos del 10% habitual del contrato en papel y aprueba el porcentaje del 63%, ya que se eliminan muchos intermediarios, pero habría que negociar bien la fórmula para el sector de los libros descatalogados.

Por otro lado, no todos los autores creen que el tema de los derechos de autor sea tan importante para el modelo de negocio en Internet. La escritora Rosa Montero reconoce que no tiene muy claro el asunto de Google 'Me lo estoy pensando porque me da un poco de miedo su efecto acaparador', pero también indica que la Red 'debe mantener los derechos de autor y que hay que organizarlos bien'. Ahora bien, para ella la problemática está más relacionada con el soporte: 'La pugna es la misma que hubo entre los sistemas Beta y VHS', apostilla.

Mientras que el tema del copyright no está tan claro, la difusión que se logra con el gigante de Internet sí cuenta con todo el beneplácito.

'A mí me da igual el tema de los derechos, pero si Google consigue que mi libro se vea un millón de veces, eso me garantiza que se van a vender dos millones en papel', afirma Alberto Vázquez Figueroa, autor del best-seller Tuareg. Él tiene una historia paradigmática del poder difusor de la Red. Sucedió hace un par de meses con su última novela, Saud El Leopardo. Tras colgarla en el portal Bubok.com en digital, era gratuita y, en papel, costaba menos de cinco euros y obtener 5.000 descargas, las librerías tradicionales solicitaron a su editorial en papel, Ediciones B, el doble del pedido que habían previsto por la respuesta de los lectores.

Una estrategia que, por otra parte, también llevó a cabo Stephen King con su última novela, UR, todo un hit en Amazon.

Este poder es el que explica, además, que los autores antepongan una merma económica si su libro se distribuye en Internet en vez de en la librería tradicional. 'En esta casa, nunca se ha pensado en el dinero que se podía ganar o no. Además, con el formato de bolsillo se gana menos que con el de tapa dura, pero es más asequible para el lector e Internet lo será aún más', afirma el premio Nobel José Saramago. 'Según los precios que han puesto algunas editoriales en Internet, los libros no cuestan más de ocho euros. Esto evita los lectores de primera y de segunda', señala Vázquez Figueroa. El problema es que en el caso de Google,todavía no ha dicho a qué precio se podrá visualizar el libro.

La descarga gratis no pasa por Google ni por la de la mayoría de los autores consultados. En este tema, además, la industria editorial viene prevenida de los problemas que se encontraron las discográficas con Internet. 'Me parece una frivolidad que alguien se pueda bajar un libro y luego pagar por una copa. ¿Es que vale menos un libro que una copa?', dice Saramago.

Sin embargo, también hay outsiders que optan por la cultura gratis, como Manuel Vicent y Alberto Vázquez Figueroa. Es más, para Vicent, 'por mucho que se empeñen, nadie lo va a poder evitar.'

Google permite más difusión, y controla los derechos de autor y las ventas; sin embargo, el autor de El lápiz del carpintero, Manuel Rivas, se muestra cauto y avisa: 'No olvidemos que Google es una empresa capitalista y que lo que va a controlar es un formato de búsqueda que ahora no tiene nadie. Yo hubiera preferido que lo pusiera en marcha la UNESCO'. Sí, pero ha sido Google y quien golpea primero, golpea dos veces.

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