Este artículo se publicó hace 15 años.
Este viernes descubre el Japón más sensual
Lo mejor del país nipón aterriza en las pantallas en forma de comedia, drama y sexo
MAPA DE LOS SONIDOS DE TOKIO, por Rubén Romero
Viene Isabel Coixet de rodar Elegy (2008) -adaptación de una novela de Philip Roth protagonizada por Penélope Cruz-, probablemente su película más floja, debido a que su objetivo se posaba, por primera vez en su filmografía, en la figura de un hombre en vez de en la de una mujer. Como si se hubiera arrepentido de ello, la cineasta vuelve a centrarse en una fémina en su nuevo filme -Mapa de los sonidos de Tokio - que a pesar de su ruidoso título, bien podría haberse llamado El silencio de una mujer, pues más bien parece la versión femenina de ‘El silencio de un hombre', esa revisión del cine negro realizada por el genial cineasta francés Jean-Pierre Melville en 1967 con Alain Delon que, casualidades (o no tanto) de la vida, se tituló originalmente ‘Le samouraï'.
La frialdad de una soberbia Rinko Kikuchi es prima hermana de la de Delon: en la profesión de asesinos a sueldo que comparten; en su aparente incapacidad para amar; en el aposento destartalado en el que viven; en su meticulosidad profesional; en su renuncia al verbo... Cuando está ella sola en pantalla, su mirada, su sexual frialdad, ese concepto de sumisión que solemos asociar a los orientales, turba al espectador y produce movimientos sísmicos que devastarían toda la isla de Okaido.
"Los japoneses no sois tan diferentes a los occidentales como creéis"A uno le gustaría que, a ratos, la película de Isabel Coixet fuera un monólogo y desaparecieran todos los personajes que rodean a la actriz japonesa -nominada a un Oscar por su interpretación en ‘Babel' (Alejandro González Iñárritu, 2006)-, empezando por la familia política del amante que la despertará de su alienación (Sergi López) y siguiendo por el narrador omnisciente.Por localización y premisas, es inevitable comparar Mapa de los sonidos de Tokio con la popular Lost In Translation (2002), de Sofia Coppola. No hay aquí la mirada de una turista, sino la de una hija adoptiva. Los hermosos planos ‘made in Coixet' de una estética delicadamente pop, encuentran en Tokio su hábitat natural en medio de muñecas blythe, neones, productos kawai y ramen. Pero si la hijísima del cine estadounidense empleó la ciudad japonesa para aislar a dos extraños, la cineasta catalana hace lo contrario, utilizándola como catalizador de relaciones. "Los japoneses no sois tan diferentes a los occidentales como creéis", le dice en un momento de la película Sergi López a Rinko Kikuchi, contradiciendo así a Sofia Coppola.
Por supuesto que no, porque lo que Isabel Coixet pretende contarnos aquí es que las diferencias entre los seres humanos no son de latitud, comida o bebida. Lo que nos diferencia a unos de otros es el sexo. Y por eso un catalán y una japonesa demuestran en la ciudad de los 100.000 neones que la incomunicación entre un hombre y una mujer es un asunto universal y no entiende de culturas ni de razas.
EL IMPERIO DEL SOL
Coixet es una apasionada de la literatura nipona. Adora a Yoshimoto y a Mishima y dice que actualmente su escritor favorito es Murakami. "Me entrevistó a raíz de ‘Elegy' y juntos hemos salido a comprar discos. Tiene las bandas sonoras de mis películas y dice que le gustan mucho. Seguramente sí existe una conexión entre nosotros, como el sentido del pudor o que tenemos muchos personajes enamorados de alguien a quien nunca se lo dicen", dice Coixet sobre el autor de Tokio Blues.
GLORY TO THE FILMAKER!, por Eulàlia Iglesias
El personal recibió mal que Fellini, que se hizo popular con su deriva poética del Neorrealismo, rompiera con lo que se esperaba de él en La dolce vita. Colapsado creativamente, dirigió luego un filme sobre su crisis profesional, que acabó resultando su mejor obra, 8 ½.
Kitano lleva una trilogía intentando que le salga un Beat 8 ½: tres metapelículas que tratan de derribar y reconstruir su propia obra, a sabiendas de que ha llegado a un punto de no retorno como el autor que dio un nuevo giro a ciertos géneros tradicionales japoneses, pero que desde esta conciencia de saturación, no sabe adónde ir.
Tras la delirante y esquizofrénica Takeshis (2005) y antes de la inédita Achilles and the Tortoise (2008), nos llega Glory to the Filmmaker!, paradójica recreación en el fracaso creativo. Pero tras un inicio muy divertido, donde se parodian referentes del cine japonés, se hunde en una espiral de desconcierto solipista.
HUMOR AMARILLO
Si la antigua estrella de la televisión japonesa Beat Takeshi viera La 2, probablemente se engancharía a Muchachada Nui. Como en el programa de Joaquín Reyes, al inicio de ‘Glory' se recrean humorísticamente diferentes géneros típicos de la idiosincrasia japonesa. Uno de los momentos más desternillantes es aquel en el que el propio Kitano protagoniza una secuencia que remite al cine de Yasujiro Ozu. Humor tan absurdo como cinéfilo.
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