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"Tengo este vozarrón de ponerme en la puerta de mi bar"

Entrevista: Antonio Dechent. El actor llevará al teatro al militar sublevado que aterrorizó al sur de España

ÁNGEL MUNÁRRIZ

Antonio Dechent (Sevilla, 1960) cumplirá este año un viejo sueño: convertir en protagonista de una obra de teatro a Gonzalo Queipo de Llano, el militar sublevado contra la República que abrió la primera brecha decisiva para la victoria del bando nacional y aterrorizó a todo el sur de España mediante brutales campañas represivas. La obra, un proyecto de Dechent que él mismo protagonizará, la está escribiendo Pedro Álvarez-Ossorio, director de la sala sevillana La Fundición, y se estrenará en diciembre en Sevilla, ciudad en la que es aún infrecuente abordar públicamente la figura de Queipo de Llano. Biznaga de Plata en el Festival de Málaga por Smoking room, secundario de prestigio y con gran tirón, Dechent ha participado en más de 40 películas, entre ellas Intacto, Alatriste y Los Borgia. Tras estudiar Psicología, su biografía dio un bandazo cuando, a los 23 años y tras lo que él llama su “etapa de tres años en la hostelería”, entró en el Instituto de Teatro de Sevilla.

 ¿Por qué le interesa Queipo de Llano?

Hombre, es uno de los nombres que hay que tener en cuenta en esta ciudad, ¿no? Un día hace unos años, cuatro o cinco, escuchando la radio, de repente caí en la cuenta. Lo vi, en Radio Sevilla, lanzando aquellas proclamas por las noches, mintiendo por un lado, diciendo que había conquistado plazas que aún no tenía... Queipo y Sevilla, Sevilla y Queipo. Ahí había algo. Y luego me entero de que le gustaba, que era un hombre al que le gustaba realmente hablar por la radio, que incluso invitaba a gente a que lo escuchara allí en Radio Sevilla, y al que sus propios subalternos debían cortar el micrófono a veces, de las barbaridades que decía.

Es un nombre subterráneo en la ciudad, ¿pretende sacarlo a la luz?

Esto no tiene nada que ver con memoria histórica, no va por ahí. Es un hombre que hay que contar, ¿por qué no?

Sabrá que, en Sevilla, su nombre va unido a la polémica.

Mi objetivo no es crear polémica, desde luego. Me interesa el personaje como figura histórica. Quiero hacer esto para comprenderlo, no para buscarme enemigos ni compañeros de viaje. Creo que era un hombre solo, un hombre que se rebeló contra la monarquía y la república, un hombre que hizo lo que todos sabemos que hizo. No va a haber ni toma de posición política, ni moral, ni costumbrismo, ni didactismo. Me interesa la pulsión íntima de Queipo, por qué era así, por qué no tenía amigos. Y vamos a dejar que sean sus palabras las que lo salven o lo condenen. No olvidemos que es un espectáculo, no una conferencia, y que Queipo es un personaje muy teatral, con una grandilocuencia verbal, unida a un lenguaje callejero, que vienen muy bien a un actor. Además de eso, lo que buscamos es la otra parte, la doméstica.

¿Cuándo comienza a escuchar hablar de Queipo? ¿De pequeño, en casa?

Yo no he escuchado hablar de Queipo en mi vida. Quiero decir, había una calle de Queipo, pero poco más. Franco lo hizo tan bien que consiguió que nadie hablara de Queipo en mucho tiempo, porque le era incómodo. Es un poco más de adulto cuando te interesas. De niño tampoco escuchaba hablar de Pablo Iglesias, o de la Pasionaria. Bueno, de la Pasionaria sí, porque la insultaban en las clases de formación del espíritu nacional.

¿Qué le parece que sus restos sigan enterrados en la basílica de La Macarena?

Si estuviera enterrado en el Cachorro [iglesia de Triana, su barrio], tendría una opinión, pero como está en La Macarena… [se ríe] Habría que hablar mucho sobre la connivencia de la iglesia de la época con la dictadura, ese quid pro quo que hubo, por qué a la guerra se la llamó cruzada, por qué se le dan esos merecimientos a Queipo. Supongo que cuando empiece a trabajar en el personaje iré un día iré a visitarlo, a ver qué me inspira.

¿En qué proyecto trabaja ahora mismo?

Ahora estoy con los chavales de Malviviendo [serie de cierto éxito para Internet realizada por jóvenes sevillanos]. Me vieron en un corto de chavales que están empezando, y vinieron a preguntarme si quería colaborar con ellos. Y les dije que no sólo quería colaborar, sino que me encanta lo que hacen. Hago de patriarca del barrio que han inventado. Hago, digamos, un Dechent en estado puro. Es decir, una cosa que yo he hecho toda la vida que es ponerme de una manera que miro a la gente y hago que baje la cabeza y mire al suelo … [se ríe]

¿Y esa habilidad nace o se hace?

Eso se paga, eso me ha dado a mí de comer. Yo tengo dos niños, una mujer y un perro y ninguno mira al suelo cuando llego a casa [risas]. Además de lo de Malviviendo, ahora me voy a Bilbao a hacer Un mundo casi perfecto, con los hermanos Ibarretxe.

Cine, teatro, televisión… El trabajo no le falta.

Bueno, como yo digo, yo era un actor de prestigio, pero lo de aparecer en televisión lo he notado bastante [carcajada]. La televisión es caso aparte, nadie habla jamás de personajes, ni de guión. Ni de arte. Bueno, de arte yo tampoco. Artistas son los flamencos, yo soy un trabajador. Pero lo extraño de la televisión es que consigue que la gente de peluquería, los eléctricos, todo el mundo hable de nóminas y de audiencias. Ése es el ambiente que consigue crear, que no tiene nada que ver con los motivos por los que yo me dedico a esto. Es como ir a fichar a una empresa.

¿Se acabó entonces la televisión para Dechent?

No, no. A mí me dan un saco de dinero y hago lo que me digas [se ríe]. Pero quiero decir, es una cosa muy efímera, como mirar una lavadora. Todo se olvida. Ni yo recuerdo lo que he hecho en televisión. Y que conste que yo respeto, ¿eh? Pero no me gusta el resultado del trabajo.

¿Pero no hay ninguna serie que le guste?

The wire [sin dudarlo].

Española, digo.

Española… Me gustaba mucho Camera café

¿Ha salido escaldado de 'La familia Mata'?

No, no, yo estoy contentísimo. En todo caso, escaldada mi carrera, no yo. Yo soy responsable de mis actos y además me he divertido haciéndolo. Pero lo cierto es que si sales en una serie cómica en televisión, digamos que Smoking room se olvida.

¿Dificulta el acceso a papeles el vivir en Sevilla?

A mí no. Si no, no viviría aquí. Bueno, supongo que si nos ponemos puntillosos, si estuviera todo el día en los bares donde va todo el mundo, pues a lo mejor… Pero yo soy poco ambicioso en ese sentido. No quiero estar en todas partes a la vez. Además, hace tres años yo hice 12 películas en un año sin contar cortos y miniseries. El que se quiere acordar se acuerda de ti, estés donde estés.

¿A qué atribuye ese tirón?

Mira, hago papeles cortos, así de claro. Si hay, qué sé yo, un jorobado pederasta, me llaman. Uno que tiene un monólogo de cuatro páginas y sólo trabaja un día (o sea, que el sueldo es de un día), pues ése soy yo. Y a lo mejor el curro es más que el del protagonista, que sólo sonríe, escucha el violín y mira con ojos tiernos a la señorita… Hago personajes muy difíciles que aparecen poco. Y como estoy en esto para ser otro, pues me encanta, y lo agradezco.

¿Ha visto a muchos colegas quedarse en la cuneta estos años?

No sólo estos años, no nos equivoquemos. Esta es una profesión muy dura. Si no estás arriba, no te llaman, has muerto. Da grima la cantidad de gente muy válida que está en su casa. Pero es lo que tiene la televisión. Glorifica, enaltece demasiado a gente que ha salido en una serie.

¿Cómo lleva la fama?

Pues tranquilamente, ya ves. Vivo aquí, en mi barrio, donde no me molesta la gente. Y cuando salgo, creo que la gente tiene en la cabeza los personajes de carácter duro que he hecho, y se atreven poco conmigo, cuando yo agradezco muchísimo que me digan “hola” o me pidan una foto, porque creo que para eso estamos. A los únicos que les molesta, que he visto decir “¡oh, por dios no!”, es a chavales con 20 años que han hecho una serie y se creen que se lo merecen.

¿Se ha descargado alguna película de Internet?

Bueno, sí.

¿No hay colisión de intereses?

No, porque me descargo cosas de 1930, ¿entiendes? Sobre todo me descargo cosas en las que no estoy [risas], y películas españolas ninguna, por respeto a los compañeros.

¿Esa voz la tiene desde siempre?

Nooo. Nadie tiene esta voz. Se me quedó así de ponerme en la puerta del bar que tenía aquí en Sevilla, que cerró en el 86 o el 87, y decirle a la gente “Perdona, no puedes pasar”, poniendo esta voz. Vamos, que tengo a esta voz por miedo a que me peguen, por auténtico terror.

¿Ha doblado alguna vez?

Sólo dibujos animados. Un día glorioso me hicieron un regalo, que fue doblar todos los títulos de Popeye. Eso sí, dibujitos, documentales… Pero para qué doblar a nadie. Luego ves una película en la que hay un yonki al que han atropellado, medio moribundo y con la jeringuilla puesta, y un policía, y los dos hablan como marqueses. Es mentira. Me han propuesto doblar, haciéndome falta el dinero, y no lo he hecho.

 

 

 

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