Este artículo se publicó hace 15 años.
"El expediente Canaima" alerta de los efectos secundarios de la corrupción
La escritora vallisoletana Reyes Calderón ha querido alertar en su último libro, "El expediente Canaima", sobre los "efectos secundarios" de la corrupción, un fenómeno ante el cual cree que la sociedad civil tiene mucho que decir para combatirla.
La autora, en una entrevista con Efe, se adentra en el submundo de la corrupción de la mano de su última obra, a la que define como "novela de blanco y negro" por su rechazo al genérico de "novela negra", y en la que continúa con sus personajes de la jueza Lola MacHor y el inspector Iturri, ya explorados en "Las lágrimas de Hemingway" y "Los crímenes del número primo".
A Reyes Calderón la novela de intriga como "El expediente Canaima" le da pie para acercarse "a la naturaleza humana" desde distintos frentes con la excusa de la corrupción, "una especie de hidra con muchas cabezas" que -dice- funciona siempre en red.
En su última novela, la escritora traslada a la Audiencia Nacional a Lola MacHor, hasta ahora jueza del Tribunal Superior de Navarra, aunque el resurgimiento de su último caso, la violación de una adolescente a manos de un peligroso narcotraficante -sobreseído entonces por falta de pruebas- desencadena una serie de hechos que revolucionarán tanto su vida personal como profesional.
Paralelamente, un alto dirigente del Banco Mundial la involucra en una complicada trama de corrupción internacional que se extiende desde Caracas a Madrid, a la que deberá hacer frente con la colaboración, una vez más, del inspector Juan Iturri.
Reyes Calderón tomó prestada la base de la historia de un caso real de corrupción ocurrido en el Fondo Financiero Internacional -del que tuvo conocimiento en una reunión del Consejo de Europa por su papel como asesora- para convertirlo en ficción, ante el convencimiento de que escribir un libro quizás era una buena forma de hacer llegar al lector los perversos efectos de la corrupción.
Aunque la autora se niega a hablar de "moraleja" de la novela, asegura con vehemencia que un ciudadano de a pie "no puede hacer nada para combatir la corrupción, pero la sociedad civil sí", y se muestra convencida de que éste "mal uso del poder" se combate mejor si "los ciudadanos normales" se conciencian del daño que hace "a todos y de sus efectos secundarios".
"El poder absoluto corrompe siempre, por eso es muy importante que exista un control social", afirma Calderón, quien subraya el poder "compensador" de la sociedad como grupo, no individualmente, y añade que "no basta con votar cada cuatro años", sino que es preciso adquirir cada vez una mayor conciencia social.
Frente a un fenómeno mundial como el de la corrupción, que en los últimos seis años se ha recrudecido en el Mediterráneo de una manera especial en la denominada "línea de la oliva", la autora considera que todos los delincuentes "deben ser tratados por igual, tengan el estatus social que tengan", sin que la prensa, incluida la rosa, saque provecho de ello.
Siguiendo su costumbre, Reyes Calderón terminó la novela y la guardó en un cajón durante meses ante el convencimiento de que "es más fácil ver las pequeñas debilidades" si se deja reposar, y entre sus fuentes de documentación ha contado con la colaboración del presidente en funciones de la Sala Contencioso Administrativa de la Audiencia Nacional, Carlos Lesmes, quien la ha ayudado a ambientarla por este organismo.
Madre de nueve hijos, aunque reconoce que la literatura "va ganando tiempo" en sus quehaceres, asegura que no abandonará sus otras responsabilidades, entre ellas la de decana de la Universidad de Navarra, porque necesita "el contacto con la gente", si bien reconoce que "araña" horas al día y que aprovecha la noche, un momento en el que sus personajes la asaltan: "están ahí conmigo en una especie de esquizofrenia".
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