Este artículo se publicó hace 16 años.
Una exposición en la Pedrera reivindica a la escritora Mercè Rodoreda como pintora
Si el pasado sábado, Barcelona homenajeaba al Antoni Tàpies escritor, ahora una exposición en La Pedrera reivindica a la Mercè Rodoreda pintora mediante la exhibición de una treintena de acuarelas, aguadas y collages, la mayoría de ellos inéditos, de entre 1949 y 1957.
Coincidiendo con el centenario del nacimiento de la escritora, el público podrá descubrir una faceta muy poco conocida de la autora de la "Plaza del Diamante", con obras de un estilo plástico "muy próximo al de su literatura, de una sencillez aparente, sin que se noten las costuras, aunque detrás haya un gran trabajo", en opinión de la comisaria de la muestra, la escritora y crítica Mercè Ibarz.
Caras, guerra y microbios (vida antes de la vida) son los temas de estos trabajos, que remiten a autores como Klee o Kandinski, aunque fue Joan Miró una figura capital para Rodoreda, igual que el arte sucio de Jean Dubuffet, inspirado en el arte infantil y en el de los alienados.
Todas las pinturas y collages que se presentan ahora en el entresuelo del emblemático edificio de Gaudí son en papel, no hay óleos, y no se representan exteriores ni naturaleza.
Para la comisaria, deben contextualizarse en el período de posguerra, cuando Rodoreda luchaba por sobrevivir en París, una ciudad en la que sus artes plásticas conocieron un momento de transformación importante tras la ocupación nazi.
La mayoría de las obras, sin firma y sin título, son caras de mujeres (autorretratos), soldados, refugiados, unas extrañas figuras que parecen microbios, y composiciones abstractas.
Destacan, asimismo, los ojos que perfila en sus personajes, grandes, abiertos, espantados, pero a la vez valientes. Para Ibarz, "sus ojos se transforman en voces".
Ibarz mantiene que Mercè Rodoreda, la escritora catalana más importante del siglo XX, es autora de una obra plástica "relevante por sí misma, que podría estar en museos como el MACBA o incluso el MNAC", a la vez que puede ser un ejemplo de cómo se establecen las relaciones entre las artes plásticas y la literatura, igual que ocurre en autores canónicos como Henri Michaux.
La narradora barcelonesa empezó a pintar a finales de los años cuarenta, durante su exilio en París, y continuó haciéndolo hasta el año 1957, cuando ya residía en Ginebra (Suiza).
Mercè Ibarz indica que en 1957, cuando gana el premio Víctor Català con "Vint-i-dos contes", deja de lado las acuarelas y los collages y decide dedicarse de pleno a la escritura porque ve que tiene posibilidades, al fin, de publicar regularmente en Cataluña.
Aunque no exista constancia, Ibarz no descarta que en sus últimos años en Romanyà de la Selva (Girona) la escritora, que al igual que Miró decía trabajar como una jardinera, continuara con esta afición.
Anteriormente, sólo se ha expuesto obra pictórica de Mercè Rodoreda, formada por unos 150 lienzos, desperdigados en diferentes colecciones privadas y ninguna en museos, en 1991 en Calldetenes (Barcelona).
En aquella ocasión casi todas las pinturas expuestas se vendieron, de aquí que su legado se encuentre disperso, en manos de familias como la Borràs-Gras o en el Institut d'Estudis Catalans (IEC), heredero de la obra de la escritora.
Por otra parte, hoy se ha dado a conocer que la propia escritora había preparado dos exposiciones, que por diferentes circunstancias no se llevaron a cabo.
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