Este artículo se publicó hace 14 años.
Una exposición única y necesaria homenajea a las pioneras del arte sin sexo
Una exposición única y necesaria, en palabras de sus organizadores, tributa desde hoy en Valladolid un homenaje a una gavilla de mujeres pintoras y escultoras -entre ellas las dos hijas de Joaquín Sorolla-, que entre los siglos XIX y XX labraron el camino hacia un arte sin sexos.
María Sorolla (1890-1956) y Helena Sorolla (1895-1975), hijas del célebre pintor levantino del mismo apellido, figuran en la nómina de "Creadoras olvidadas", lema de esa exposición producida por el Ayuntamiento de Valladolid y que podrá verse hasta el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
La escritora Mercé Rodoreda (1908-1983), con una acuarela de inspiración cubista, también engrosa el repertorio junto a las pintoras Eva Preetsmann (1882-1959), esposa del pintor Daniel Vázquez Díaz; Manuela Ballester (1908-1994), compañera del muralista Joseph Renau; y las tres hijas de Fernando Álvarez Sotomayor: Pilar (1908-1993), María Josefa (1909-1958) y Rosario (1921).
La mayor parte de ellas, a la sombra de genios o destacados creadores, "ocuparon siempre un discreto segundo plano, postergadas y silenciadas", pero su importancia radica en que "fueron pioneras, abrieron un camino": el de la igualdad de sexos en el arte, del que se han beneficiado las mujeres a partir del último tercio del XX.
Así lo ha considerado la concejala de Cultura, Mercedes Cantalapiedra, en sintonía con la comisaria de "Creadoras olvidadas", Marisa Oropesa, quien ha situado "en los albores del siglo XIX" el firme comienzo de esa larga lucha por la igualdad en todos los ámbitos que, en 1789, abrió la Revolución Francesa.
Los pinceles y los cinceles "fueron sus armas, serenas pero contundentes", para lograr que las mujeres pasaran desde la "humillante condición de señoritas pintoras a la de artistas" en toda su plenitud, al margen de los vaivenes sociales y familiares que en los siglos XIX y XX sofocaron esa cualidad.
Ni ellas mismas se lo llegaron a plantear en su momento, como ocurrió con María Sorolla, cuya afición y dedicación floreció entre 1906 y 1907 al recurrir a la pintura para ocupar las horas libres de su convalecencia tuberculosa en El Pardo (Madrid), como ha explicado a los periodistas su nieta, Blanca Pons-Sorolla.
"Pintaba poco y principalmente para buscar un remanso de paz, pero su rol era el de esposa y madre de familia. El arte significaba para ella un modo de evasión, nunca la posibilidad de éxito y más con el prestigio que su padre y su marido (Pons Arnau) tenían", ha añadido la nieta de María Sorolla.
Como "buenos valencianos", ha añadido, los Sorolla "amaban las flores, los árboles y la naturaleza en general", plasmada en bodegones y jarrones como el de rosas que puede verse en la exposición, un óleo sobre lienzo fechado en 1935 y logrado a base de colores suaves y cálidos para fortalecer la luz, en la línea de su padre.
De su hermana Helena Sorolla, "Creadoras olvidadas" exhibe la cabeza de "Nati, la gitana", cincelada en madera y de acusados rasgos costumbristas como los óleos, cedidos por la Diputación de Zaragoza, de la aragonesa Joaquina Zamora (1899-1999): un coloquio baturro y la espera ante un confesionario.
La procedencia de los fondos expuestos, en su mayor parte cesiones de colecciones particulares, delata la escasa difusión de las piezas, principalmente cuadros también firmados por pintoras más contemporáneas como Menchu Gal (1918-2008), Gloria Torner (1934), Elena Santonja (1932), Dolores Fernández (1927) y la escultora Teresa Eguíbar (1940-2000).
Desde las primeras vanguardias, caso de Delhy Tejero (1904-1968), hasta el referido costumbrismo, los bodegones y los temas íntimos como escenas infantiles y animales de compañía, "Creadoras olvidadas" recorre algunos de los puntales del arte español de inspiración femenina en los siglos XIX y XX.
Roberto Jiménez
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