Este artículo se publicó hace 15 años.
El fajatanga en la catedral del cante
La Unión, engalanada con la celebración del Festival Internacional del Cante de Las Minas
Cuesta un rato llegar a La Unión si en la carretera coincides con todos los que huyen de Murcia o Cartagena para ir a La Manga del Mar Menor. El pueblo está engalanado con la celebración estos días del festival internacional del cante de las minas. Cerca de la entrada unas chicas recogen firmas para defender el trasvase Tajo-Segura.
No es una noche habitual en las minas. Durante varios días han celebrado las rondas previas para los nuevos talentos del cante y esta noche se trata de una gala. Entre el público hay menos puristas veteranos y más parejas jóvenes.
El bailarín Rafael Amargo se baja los pantalones y enseña el fajatanga de color abuela que le deja el culo al aire
Queda un rato para que empiece la gala y la puerta de atrás del mercado está de lo más animada. El bailarín Rafael Amargo no para de bromear con los miembros de su compañía. Para sorpresa de todos se baja los pantalones y enseña el fajatanga de color abuela que le deja el culo al aire. Gracias a esta visión las pesadillas están garantizadas.
El mejor lugar para esperar es la explanada pero el viento hace peligrar la tranquilidad de los chiringuitos montados frente al antiguo mercado. La gala ha traído a tanta gente que las familias gitanas que los regentan no dan abasto. Muchos de los platos y los vasos de plástico salen volando.
Al festival me ha llevado Ramón, que trabajó años atrás en la producción del evento. Entramos para ver la primera actuación de la noche, la de la cantaora Argentina. Entre el público asistente, los oros se mezclan con la bisutería. Detrás de nosotros se sienta un entusiasta con voz ronca que a las primeras de cambio le grita a la artista de Huelva: "¡Eres un monstruo!".
"Ahora voy a hacer un tema, perdón, un cante". Es la catedral del cante y los artistas lo saben. Argentina se ha presentado respetuosa y pide disculpas hasta por usar el abanico. Pero en el mercado no hace calor, el viento se cuela por las ventanas y el aire acondicionado hace el resto. Está lleno. La organización dice que ha vendido 1.600 sillas, pero no cuenta ya que "aquí se cuela el que quiere".
Argentina pasa por tangos, seguidillas, bulerías y mineras. "En la mina se escucha el cante de una minera", canta Argentina en un guiño a los locales. Va acompañada por dos guitarristas, dos palmeros (con corbatas y camisa abierta) y un cajonero que no paraba de ponerle ojitos a la onubense.
Para los bises se deja un fandango y una rociera sin micro que levanta a la mitad de los presentes. "¿Estáis contentos?", pregunta. Un grito afirmativo inunda el mercado.
"O me tomo un cubata o me duermo""O me tomo un cubata o me duermo", le dice una chica a su novio. En la explanada la gente se pide de todo. Chocolates con churros también. Tras la pausa de más de media hora hay problemas para encontrar sillas libres.
Han cambiado el escenario. Ramón me cuenta que cuando vino Antonio Canales tuvo que preparar el tablao. Dos botellas de cocacola en un cubo con agua es la fórmula para que los bailaores no se resbalen. Casi se muere de vergüenza al tener que fregar a última hora ante casi 2.000 personas. Me explica como los micros se colocan bajo el tablao y la distribución estratégica de los altavoces en el recinto.
Llega la hora de Rafael Amargo. Cualquier otro día hubiera tenido problemas con los puristas pero hoy tiene un público agradecido y entregado. Lo presentan como Tiempo de silencio, un espectáculo en homenaje a Lola Flores. Amargo va a acompañado por seis bailarinas y unos músicos con unos instrumentos flamencos... a ratos. Violoncelo, violín, guitarras eléctricas y flauta protagonizan la fusión según Amargo.
"Lo que yo diga. El Amargo da un paso y las demás le acompañan", dice un chico en la primera fila. Amargo se dosifica y va dejando que las bailarinas, a veces vestidas como una mezcla de ninjas y apicultoras, echen el resto. La mayoría encantados. Pero no todos. Un hombre sale antes de acabar diciendo a su mujer: "Que venga el Amargo este a verme a mí".
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