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El fantasma de Kirchner recorre Europa

Irlanda necesita la receta argentina

En la cocina de esta nueva fase de la crisis de la deuda soberana, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy han aportado el ingrediente explosivo cuando decidieron en su cumbre bilateral de Deauville, Francia, en octubre hacer un nuevo plan de salvamento financiero de países con potenciales problemas de pago de su deuda.

La propuesta parte de una idea justa, a saber, que los contribuyentes europeos no pueden seguir pagando todos los platos rotos (¡a buenas horas mangas verdes!) y que, a partir de 2013, el nuevo mecanismo que sustituirá al fondo creado el pasado mayo tendría que contemplar la quita de una parte del valor de los bonos. Pero con el lanzamiento de esta iniciativa en medio de una gran volatilidad en los mercados de deuda, los depositantes de los bancos irlandeses comenzaron a retirar fondos de sus cuentas. Fue la bomba que faltaba para relanzar la crisis.

Merkel y Sarkozy han provocado la nueva explosión de la crisis de deuda

Parecería que el fantasma del ex presidente argentino Néstor Kirchner, recientemente fallecido, está ahora mismo recorriendo Europa. Es decir: el espectro de reestructurar la deuda exterior con acreedores bancarios y tenedores de bonos. Fue durante su mandato cuando Argentina anunció, en septiembre de 2003, la reestructuración de su deuda de 102.500 millones de dólares, la mayor de la historia financiera hasta entonces, con una reducción algo inferior al 70% de su valor. Toda una herejía.

Esta decisión formó parte de un programa dirigido a obtener un superávit fiscal basado no en la contracción sino en el relanzamiento de la actividad económica (en tres años, de 2003 a 2005, el crecimiento anual acumulado se elevó al 9%, cierto que rebotando desde una caída anterior del PIB del 20%), apoyada por un tipo de cambio favorable.

La reestructuración de la deuda argentina se enfrentó a todo el mundo, empezando por el FMI, cuyas recetas llevaron antes a una gran recesión y más tarde al célebre corralito, impuesto para frenar la retirada de depósitos de los bancos.

Hay que relanzar la economía celta, no empujar su contracción

La Eurozona tiene en sus manos la posibilidad de aplicar con ingenio lo que constituye uno de los casos más extremos de las finanzas internacionales. Pero hasta ahora, lo que ha decidido es reeditar la peor parte de esa experiencia, es decir, el programa de austeridad fiscal que impuso el FMI y que condujo a la suspensión de pagos.

En el caso de Irlanda, se trataría sobre todo de conceder aquellos préstamos y garantías necesarios para sacar al país de los mercados de deuda al tiempo que se aplica un plan de relanzamiento fiscal, todo lo contrario de la contracción que se le está proponiendo. Ese plan permitiría a la economía celta, que goza de una gran capacidad exportadora, recobrar el pulso y con ello un reequilibrio de las finanzas públicas.

Llegado el caso, lo mismo habría que hacer en Portugal y España. Estas reestructuraciones podrían hacerse con quitas o sin ellas, utilizando fórmulas parecidas a la de Caja Madrid para retrasar de tres a seis años el vencimiento de sus activos y los de Bancaja. Si se trata de salvar al euro, el camino es el relanzamiento, no la contracción.

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