Este artículo se publicó hace 15 años.
Festiva pero enfadada, la clase obrera francesa toma la calle en París
En un ambiente casi festivo, animado por el día primaveral, y con muestras de enfado con el Gobierno, miles de personas marcharon hoy en París coreando cánticos en contra de la política del Ejecutivo francés para afrontar la crisis económica.
Ese fue el motivo de la convocatoria de los ocho principales sindicatos franceses, que esperan sacar a la calle en las 213 manifestaciones previstas a más de los 2,5 millones de personas que aseguraron haber aglutinado el pasado 29 de enero en la anterior huelga general.
La mayor de las marchas, la de París, reunió hoy a 85.000 manifestantes, según la Policía, 20.000 más que en la pasada huelga.
El sindicato CGT aseguró, por su parte, que la protesta parisina congregó a 350.000 personas, frente a las 300.000 que reivindicó que habían asistido a la anterior.
El ambiente era festivo, favorecido por uno de los días más primaverales que ha vivido la capital francesa en lo que va de año, pero sin ocultar el enfado de los manifestantes con las políticas gubernamentales.
Los dirigentes sindicales aseguraron que el Gobierno no puede mirar para otro lado cuando, en menos de dos meses, la clase trabajadora le pide un cambio de rumbo frente a la crisis económica.
Y, además, este giro tiene "medidas concretas", según el secretario general de la CFDT, François Chérèque, quien rechazó que la de hoy sea una protesta gratuita.
Acabar con los despidos en la función pública, buscar el relanzamiento económico por el consumo -lo que implica una revalorización de los salarios- y dejar de atacar la ley de la semana laboral de 35 horas son algunas de esas reivindicaciones.
En la marcha de París, además de numerosos representantes de los sectores públicos, había trabajadores de empresas privadas, muchas de ellas afectadas por planes de reestructuración y despidos ligados a la crisis económica.
"Nosotros no debemos pagar por una crisis que se ha debido a la avaricia de otros", afirmaba Helene, una ex secretaria de Siemens que se ha visto en la calle "de la noche a la mañana".
Entre las quejas más escuchadas estaba la de la pérdida del poder adquisitivo, de lo que acusaban directamente al presidente francés, Nicolas Sarkozy.
"Dijo que iba a ser el presidente del poder adquisitivo y lo primero que hizo fue recortar los impuestos a los más ricos. Esos ya tenían mucho poder adquisitivo", ironizaba François, que trabaja en La Poste, el servicio estatal de correos que estuvo paralizado.
Los líderes sindicales confían en obligar al Gobierno a negociar, pese a que el primer ministro francés, François Fillon, ya avisó hace unos días de que no quedaba más dinero en la caja para nuevas ayudas sociales.
El jefe del Ejecutivo hablará esta noche en una cadena de televisión privada -la pública también está en huelga- aunque no se espera que haga grandes concesiones.
Fillon prácticamente estaba ausente en los eslóganes de la manifestación parisiense, que prefirieron lanzar sus dardos envenenados contra Sarkozy.
"Si no lo paramos aquí, pronto su política se extenderá a otros países", afirmaba Robert, que alzaba una pancarta crítica con el jefe del Estado, en contraste con las alabanzas para el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
"Es nuestra última esperanza. Él y los tres o cuatro presidentes latinoamericanos que le siguen. No todo está perdido", afirmaba jaleado por un grupo de incondicionales que le rodeaban.
No muy lejos, la asociación France-Amerique Latine, próxima a la ex primera dama francesa Danielle Mitterrand, mostraba sus banderolas de apoyo a la manifestación.
"Este combate no es sólo de Francia", afirmaba uno de sus representantes.
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