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El Festival de Venecia abre ventanas a la Tierra en Chile, Argentina y España

EFE

El 68 Festival Internacional de Cine de Venecia abrió hoy tres ventanas al planeta Tierra a través de sendos espacios geográficos de Chile, Argentina y España, gracias al documental "¡Vivan las antípodas!", dirigido por el ruso Victor Kossakovsky.

La cinta, una coproducción de Alemania, Argentina, Holanda, Chile y Rusia, fue presentada fuera de concurso en la jornada inaugural del certamen cinematográfico de la Ciudad de los Canales, que se celebrará hasta el próximo 10 de septiembre.

"¡Vivan las antípodas!" ofrece un montaje de imágenes grabadas en distintos lugares del mundo que se sitúan en las antípodas el uno del otro: así Argentina y China; Chile y Rusia; Hawai y Botsuana, y Nueva Zelanda y España.

"Cuando di la vuelta por el mundo entendí que la gente no sabe qué quiere decir de verdad la expresión estar en las antípodas, por eso, incluso, puse al principio del documental una explicación en rótulos del término", dijo Kossakovsky durante una rueda de prensa celebrada hoy en Venecia.

"Es interesante el asunto de las antípodas, porque, por ejemplo, en las antípodas de la Plaza Roja de Moscú solo hay agua y lo mismo sucede con la Casa Blanca (en Washington). El mensaje final es que tenemos que amar a las personas aunque parezcan distintas a nosotros", agregó.

Los espacios geográficos que el cineasta ruso muestra en el documental no han sido escogidos al azar, pues son algunos de los pocos puntos de la Tierra que cuentan con un lugar habitado en sus antípodas, en ese mismo sitio al que se llegaría si se atravesara el planeta con una aguja de cocina.

Es por ello que plantea estas cuatro parejas de lugares tan dispares en cuanto a su paisaje, siendo el hilo conductor la historia de los hermanos Pérez, dos habitantes de Entre Ríos, en Argentina, quienes plantean la cuestión de qué habrá justo debajo de sus pies, en el otro lado de la Tierra.

Los Pérez viven solos en una pequeña casa en medio del campo gracias al dinero que recaudan de cobrar peaje por un pequeño puente de madera de su propiedad que cruza el río y lo hacen ajenos al bullicio de Shangai, la gran urbe china en sus antípodas por la que transitan coches de última generación que nada tienen que ver con los que ven a diario estos dos hermanos argentinos.

"Quería ver y hacer ver distintos lugares. He dado la vuelta al mundo varias veces y en ocasiones la verdad era más interesante que la ficción, a veces la verdad era, incluso, demasiado verdadera", indicó Kossakovsky.

"Decidimos elegir lugares que quizá no eran los más interesantes desde el punto de vista dramático, sino en cuanto al arte visual cinematográfico. Quería hacer ver que la narrativa, que el aspecto visual también es muy importante", agregó.

Ese interés por el aspecto visual de su historia, que cuenta con planos muy logrados gracias a panorámicas e inversiones de cámara que transmiten la sensación de recorrer la superficie del planeta y que se funden con músicas populares, es el que le llevó también a elegir la Patagonia chilena.

En ella, una familia de ganaderos se encarga de esquilar a sus ovejas mientras justo en el lado opuesto de la Tierra una madre que vive en absoluta soledad en el entorno del Lago Baikal, en Rusia, recibe a su hija por vacaciones y juntas comparten confidencias en un espacio natural que ofrece también un sugerente paisaje.

Según explicó hoy el director de "¡Vivan las antípodas!", la elección de la playa de Castle Point en Nueva Zelanda llegó tras conocer que había una ballena varada, aunque el hecho de comprobar que exactamente en las antípodas se encontraba la rocosa sierra de Miraflores, en España, despertó algún recelo entre los productores.

"Uno de mis productores me dijo: 'pero se trata solo de piedras'. Luego viajé yo a Miraflores y vi otro momento mágico. En mi opinión es como si el filme hubiera sido ideado por otra persona. Viajo de Nueva Zelanda a España y de pronto me encuentro entre estas piedras. Era casi una historia imposible de crear", indicó Kossakovsky.

La ventana que el cineasta ruso abre en España ofrece la vista a un espacio desértico, en el que las mariposas y las rocas cobran el mismo protagonismo sin movimiento que ofrece -al otro lado de la Tierra- el cuerpo sin vida de la ballena varada en la playa neozelandesa.

Miguel Cabanillas

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