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La Fundación Canal invita a adentrarse en un bosque de esculturas

EFE

Piezas de González, Brancusi, Giacometti o Moore figuran entre las esculturas que el coleccionista suizo Simon Spierer atesoró durante tres décadas guiado por su gusto y atraído por lo vertical. Ahora, por primera vez en España, este "bosque" invita a pasear por la evolución de la escultura del siglo XX.

La colección, que podrá verse a partir de mañana y hasta el próximo 26 de julio en la Fundación Canal en Madrid, recoge 39 importantes esculturas, todas las que el suizo Spierer (1926-2005) coleccionó desde la década de los ochenta hasta su muerte, a excepción de una obra que no ha viajado desde el museo alemán de Darmstadt -al que donó toda la colección- a Madrid por sus grandes dimensiones.

Un cuadro de Andy Warhol del propio Spierer junto a sus dos perros, la única pintura de toda la muestra, recibe al visitante antes de adentrarse en "El bosque de las esculturas", nombre de la exposición tomado del que ya ideó el coleccionista, que almacenaba apiñadas en su casa de Ginebra estas esculturas como si se tratara de árboles.

En la colección de Spierer destaca en primer lugar "Daphne" (1937) de Julio González, de formas cubistas y geométricas, inicio de la escultura abstracta y en la que representa en hierro a la Daphne mitológica que comienza a convertirse en el árbol del laurel.

Cerca de ella, el visitante contempla "El pájaro en el espacio" (1927) del también padre de la escultura moderna Constantin Brancusi, junto a obras de los surrealistas Germaine Richier y Max Ernst, ambas representaciones de torsos, otra de las obsesiones estéticas de Spierer.

La pieza post cubista "De cara al viento" (1977) del español Baltasar Lobo así como el arte concreto de Marta Pan, el cinécito y óptico de Fausto Melotti y Takis Vassilakis y el nuevo realismo de César Baldaccini y Daniel Spoerri son otras de las piezas que se erigen en el bosque donde la escultura más antigua está fechada en 1927 (Brancusi) y la más reciente, de 2004, corresponde a Laurent De Pury.

En el paseo entre esculturas, el visitante es asaltado por rarezas como el semental "Stallone", del italiano Lucio Fontana, conocido por su pintura, y por figuras femeninas como la mujer descabezada de Ernst o la metamorfosis en árbol que en bronce hace Germaine Richier.

Frente a la homogeneidad de las formas, todas verticales, las texturas son diversas: bronce, caoba, acero, hierro, madera (siete de toda colección), cobre, olmo o zinc.

Con todo, ni Spierer adquiría por recomendaciones de grandes expertos o de directores de museos ni tampoco atraído por el nombre del artista. "Tenía criterios subjetivos, iba solo y lo que le gustaba lo compraba", explica la comisaria de la exposición, María Espinosa, quien retrata al coleccionista como un hombre de gran inteligencia y apasionado del arte.

Nacido en Trieste en el seno de una familia judía, emigró a Suiza con 17 años. Siempre fue un hombre de negocios. Hizo dinero con el comercio del tabaco para rendirse después al arte, primero a la pintura hasta que, en la década de los ochenta, comenzó a atesorar algunas de las piezas más relevantes de la escultura moderna y contemporánea.

A la muerte de su esposa en 1994, Spierer decidió vender toda su colección pictórica (salvo su retrato de Warhol) y centrarse de lleno en la adquisición de esculturas.

Logró coleccionar cuarenta piezas que antes de morir donó al museo Hessischen Landesmuseum Darmstadt en Alemania, uno de los más cercanos a su residencia en Ginebra para poder visitarlas y el único que le presentó un plan para exponerlas", dice Espinosa en la presentación a los medios de comunicación de esta muestra que calificó de "oportunidad única" para conocer a algunos de los grandes maestros escultores.

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