Este artículo se publicó hace 13 años.
La galería nacional de arte de Kabul busca su esplendor
Retratos de reyes afganos, bucólicos paisajes o ruinas de fuertes y templos que ya no existen pueblan la galería nacional de Kabul, un vetusto edificio donde las obras languidecen en pésimas condiciones pese a las donaciones recientes.
Los tiempos de guerra civil y la inquina del régimen talibán en la década de los 90 del siglo XX mermaron parte del legado de un museo creado en 1983, en plena ocupación soviética, y que en los últimos años las autoridades están intentando revitalizar.
Unas 800 pinturas, en su mayoría óleos y acuarelas realistas e impresionistas de artistas afganos de los siglos XIX y XX, se reparten entre las dos plantas accesibles de la galería, y también se pueden encontrar caligrafías, grabados o esculturas.
El centro conserva además en una urna de cristal los pedazos de dos centenares de cuadros destruidos por los integristas cuando accedieron al poder.
"Los talibanes solo dejaron intactas obras de bodegones y paisajes de la naturaleza. Rompieron casi todos los retratos, ya fueran de hombre o mujer", detalló a Efe el jefe de personal del museo, Adres Hasan.
Otros muchos lienzos y objetos fueron robados y su paradero actual se desconoce.
Pese a las adversidades, en las salas vuelve hoy a haber retratos de monarcas y otras personalidades afganas como Zahir Shah o Najibulá y autorretratos de artistas, gracias a donaciones de destacados pintores nacionales como Mohamed Yusuf, Abdul Ghafur Breshna o Gulam Maimanage.
También hay representaciones de templos sufíes, fuertes o ruinas, lugares emblemáticos que, según Hasan, "están en el imaginario de los afganos", y de históricas batallas, como las angloafganas, en el marco de lo que se llamó "el Gran Juego" de Asia Central.
Las pinturas son a menudo apenas una reminiscencia del acervo cultural que Afganistán llegó a tener, puesto que bastantes de los edificios y construcciones representados ya no se mantienen en pie tras más de tres décadas de guerra en el país centroasiático.
La institución recibe fondos de países extranjeros y coopera con museos o embajadas, que han ayudado a poner una nota de internacionalidad con obras de pintores contemporáneos holandeses o franceses y se suman al legado de autores rusos.
El centenario edificio, restaurado y de cuidado aspecto en el exterior, ofrece sin embargo por dentro unas pobres condiciones, con una iluminación inadecuada y sin mecanismos de protección, lo que en la polvorienta Kabul contribuye al rápido deterioro de las pinturas.
Y los esfuerzos hechos por las autoridades en la última década no han logrado llenar la pinacoteca, que casi siempre está vacía, con una media de visitas diarias de entre diez y veinte personas.
Según la dirección, la situación era mejor hace cinco años, pero en los últimos tiempos la seguridad ha empeorado en el país y la capital afgana se ha convertido en un escenario cada vez más habitual de los ataques de la insurgencia.
"Nos gustaría comprar obras de pintores afganos actuales y estamos intentando alcanzar acuerdos con el Gobierno para que un mayor número de estudiantes de colegios y universidades visiten la galería. Eso nos daría un impulso", observó Hasan.
Él mismo estudió Bellas Artes en Kabul, una facultad con más de un millar de matriculados, y compagina el trabajo en el museo con la participación en la asociación de jóvenes artistas contemporáneos afganos ROSHD.
La agrupación organiza exposiciones -actualmente hay una en marcha en un edificio contiguo a la galería nacional-, aunque a veces estas se topan con los prejuicios y trabas de una sociedad que en parte vive aún en el medievo.
El mes pasado, unas obras que representaban burkas fueron el detonante para la suspensión por orden gubernamental de una muestra que contaba con el respaldo del Liceo francés.
"Es complicado ser artista en Afganistán. Solo queremos promover un poco el arte y hacerlo accesible al pueblo. ¿Es eso pedir demasiado?", se lamentó Hasan.
Igor G. Barbero
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